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Por Sergio Barbán Cardero ()

Miami.- Me encontré esta corta pero sabia reflexión. Se le atribuye a la Ayn Rand, la filósofa y novelista ruso-estadounidense. Resume con precisión quirúrgica lo que sucede cuando una sociedad deja de premiar el mérito y comienza a glorificar la sumisión.

«Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada.»

Mientras la leía, no deje de pensar en Cuba y su tiranía, seguramente a ustedes les pasa lo mismo. Y sí, esta es, palabra por palabra, la radiografía del régimen cubano.

Una dictadura donde se premia la mediocridad, donde el conocimiento, la profesionalidad y el talento no valen nada, si no están acompañados de una meritocracia ideológica, ese servicio incondicional al partido comunista. Para aspirar a una carrera universitaria en Cuba, no basta con ser inteligente o aplicado; tienes que ser, en primer lugar, «revolucionario», es decir, obediente, sumiso, dispuesto a repetir dogmas, consignas y lo peor, callar las injusticias.

El premio es la lealtad al comunismo

Los cargos, los puestos de trabajo, las oportunidades, no se ganan; se otorgan según la lealtad al partido comunista. Y los que no producen nada, los burócratas de guayabera planchada y consignas huecas son los que dictan órdenes a los campesinos que sí trabajan la tierra. Ellos, que nunca han sembrado un boniato, deciden qué, cuánto y a qué precio debe producirse. Esa es la ecuación del fracaso.

Hoy, los jóvenes cubanos tienen que elegir entre sufrir callado o marcharse. Porque en esta isla, el que piensa por sí mismo es un peligro, y el que se atreve a criticar, es un enemigo.

Vergüenza deberían sentir quienes hoy responden al llamado de Miguel Díaz-Canel para “combatir en las redes”. No pueden ser otros que los mismos mediocres de siempre; profesionales serviles, obedientes, sumisos, dispuestos a repetir dogmas, maquillar fracasos y callar injusticias. Son los escogidos para hacer el trabajo sucio, porque saben bien que no están allí por su talento ni por su preparación, sino por su capacidad para acatar ordenes y defender lo indefendible a cambio de migajas y privilegios temporales.

Canel, seguimos en combate, mala idea tuya desafiarnos en las redes sociales. Tú mismo lo dijiste: «llegaste tarde a las redes». Te llevamos 30 años de ventaja.

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