Enter your email address below and subscribe to our newsletter

CONVERSACIÓN EN LA TARDE

Comparte esta noticia

Por Hermes Entenza ()

— Buen día, señor.
— Buen día. ¿Cómo le va?
— Pues no muy bien. Sabrá usted que la situación de todos, incluso la suya, no es muy buena, solo que a veces, cuando cae la tarde, nos olvidamos de tanto infierno.
— Yo no estoy tan mal; solo me ocupo de estar lo mejor posible, como ahora que disfruto de esta cena sobre la hierba. ¿Tiene hambre usted? Podría compartir mi mendrugo, aunque le confieso que no sé cómo hacerlo.
— En teoría no puede, señor. Le agradezco su bondad, pero sé que es casi imposible su dádiva.
— ¿Por qué es imposible?
— Porque somos marionetas. ¿No se ha dado cuenta?
— ¿Marionetas?
— En efecto. Trate de ofrecerme un pedazo de pan y verá que no puede, pues está preso de sus hilos, como yo de los míos que me imposibilitan alargar mis manos para recibir su regalo. Intenté y verá.
— No entiendo su punto, aunque en verdad, me es imposible alargar el brazo con este trozo de pan. Explíqueme, porque da miedo.
— No, no tema, hemos vivido así desde hace mucho tiempo, y nuestra vida como ovejos mudos nos ha impedido vernos a nosotros mismos detalladamente. Somos marionetas del rey.
— Pero el rey asegura que estamos bien, y que nuestro reino florece día a día.
— Obvio. El rey tiene sus propias marionetas con hilos más largos, cuya función es cantarle a ese futuro que existe solamente en este teatro. Si miras bien, podrías ver que esta hierba no es la hierba, y que frente a nosotros hay un paisaje aparentemente real, que no es más que un público que disfruta nuestra actuación. Es un público que paga el espectáculo, y al rey le gusta acumular monedas de oro.
— Mi socio, no me jodas. Yo no veo nada. ¿Estás loco?
— Prueba a caminar lejos. Prueba a decir lo que verdaderamente sientes. Prueba de nuevo a darme ese trozo de pan.
— Bueno, una vez vi que los soldados llevaban al patíbulo a un pobre hombre inocente; intenté ayudarlo pero sentí que mi boca se cerraba y que mis manos no podían gesticular contra el verdugo. Nadie pudo gritar.
— El verdugo es otra marioneta, fabricada con el propósito de matar a los que ven los hilos, a los que entienden que todo es una puesta en escena. Está diseñado para ejecutar los deseos del rey y de su corte; son las mismas manos que con destreza manejan los hilos tuyos, los míos y los de todos. Es un gran escenario y una larguísima sesión de marionetas. A veces ese público invisible aplaude, otras abandonan la sala.

— Te estoy creyendo; solo dime cómo podrías liberarte y te acompaño. Me has asustado bastante, y recuerdo a mi esposa que una vez me dijo que estábamos manipulados eternamente.
— Tu esposa tiene luz y pensamiento propio, como la mía, pero se fue lejos con mis hijos, diciendo que tenía que cortarse los hilos y actuar a su modo. Lo logró, y yo iré con ella.
¿Has sentido en tus noches largas que hay un mundo mejor, sin cadenas ni cuerdas que nos aten?
¿Has sentido en la soledad de tu vida, que hay palabras y sentimientos que sacar de dentro y que no puedes porque crees que estás muerto?
— Estoy muerto, lo creo a veces.
— Es el plan maestro, hermano; pero no, no estamos muertos; quizas en estado de hibernación, provocado por esta desgracia de ser marionetas de un espectáculo ridículo.
¿No has visto a otros como tú que se niegan a bailar frente al palacio al son de una música ejecutada por una orquesta de marionetas como nosotros?
¿No has visto a gente libre?
Las cuerdas nos mantienen en pie, pero los libres caminan más erguidos a pesar de que el rey y sus verdugos quieran llevarlos al patíbulo.
Yo me cortaré las cuerdas, y aunque me persigan, correré a campo traviesa, sin ingenuidad ni mansedumbre, en un campo real, no esta mierda de escenario
— ¿Cómo lo harás?
— Debemos romper los hilos con una buena tijera, y no tener miedo de caernos; ya nos levantaremos. Cuando lo logremos, podremos compartir los alimentos y decir lo que queramos en contra del verdugo y del propio rey. Pero se necesita valor, porque nadie vendrá a cortar tus hilos, solo tú puedes.
— Muy buena conversación, amigo mío. Nos veremos en breve. Voy a intentar romper toda esta mierda que nos manipula. ¿Nos vemos mañana aquí en este lugar que ahora veo extraño?
— Claro. Yo intentaré cortar mis hilos y aquí estaré.
— ¿Y cómo sabremos si logramos liberarnos?
— Bueno, supongo que el paisaje cambie un poco, y que por fin, podamos compartir el pan. Yo traeré una foto de mis hijos corriendo por el mundo, ya sin hilos.
— Yo traeré a mi esposa, un pan, y una botella de buen vino para celebrar.

Deja un comentario