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Conexiones del corazón

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Por Sayli Alba Álvarez ()

La Habana.- Las madres estamos pegadas a los hijos como si fuera un imán. Tenemos poderes extras. Me han pasado con mis hijos historias asombrosas para las cuales no hay explicación.

Una noche me acosté temprano y como a las diez me desperté impaciente. Le dije a mi esposo que no podía dormir y me dijo que me pusiera a leer o a ver el televisor. Hice que se levantara y se fuera al comedor conmigo porque estaba mal.

Me mecí duro en un balance muy alterada y a las once tocaron a la puerta. Era la abuela de mi hija, con ella envuelta en una toalla volada en fiebre. Entre ella y yo le bajamos la temperatura y la abuela me decía, ella quiso venir porque cuando uno se enferma quiere estar con la madre.

Nunca le conté que yo estaba en un balance esperando algo. Otras vez me levanté por la madrugada y fuí directo a tocar al niño y estaba también con fiebre. Todo eso ha sido instinto. Sé con sólo mirarlos si están felices o tristes. Sé por ejemplo que ninguno de los dos mienten jamás, aunque me enfurezca.

Estando en Oralitura Habana llamé a Lisay y le pregunté cómo le iba en la Universidad. Me dijo que bien. Rápido quise saber qué clases había dado y me contestó ¡Clases mamá! Supe que algo no estaba bien. Le pregunté muchas veces si le pasaba algo y dijo que nada, que tenía sueño.

Luego supe que estaba muy enferma, de inyecciones y todo y que no estaba en la Universidad. Me mintió solo para no preocuparme. Es la única vez que lo ha hecho.

Otra vez estaba en Ciudad Habana y sin tener detalles de nada, le exigí que regresará urgente. Me gritó por teléfono que la tenía loca y vino al otro día. Efectivamente tenía problemas serios.

No sé cómo es pero sé todo de mis hijos. Un día miré a Julio y le dije a su papá, el niño está enfermo. Me increpó negándolo. Le dije está enfermo. Tiene algo y efectivamente tenía fiebre y estaba intoxicado a la vez.

A los dos los protejo y les creo. A Lisay le gusta hablar poco, le encanta trabajar, tener dinero y estudia en la Universidad porque ella lo eligió. Es dueña de su vida y es muy seria.

Julio soy yo misma. Le encantan los poetas y me pregunta ¿mamá quién es mejor para ti, fulano o mengano? Y me digo ¿Qué más pedir? Con los dos estoy conectada.

Tengo un imán de mi corazón al de ellos. No sé las otras madres pero ver llorar a cualquiera de los dos me desarma. Me vuelve loca. Una lagrimita de Julio es mi mayor dolor, mi gran pesadilla. Nací para ellos.

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