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Por Jorge Sotero
La Habana.- La censura en Cuba siempre fue tan grande que muchos cubanos, la mayoría, no supimos nunca quién era Vladimiro Roca. Solo aquellos que viajaban al exterior y en algún cualquier país se encontraban un periódico con su nombre y su posición, tenían ideas. En Cuba era poco menos que un cero a la izquierda para los medios de prensa y no había referencias suyas por ninguna parte.
Algunos eso sí, seguían todo lo que decía o hacía, a través de La Voz de las Américas, de Radio Martí o de cualquiera de las otras emisoras de Miami que se escuchaban en Cuba, aunque aquello, en sí, ya era un delito, y un motivo para ser juzgado.
Sin embargo, el hijo de Blas Roca, aquel dirigente comunista que estuvo hasta el último momento al lado de Fidel Castro, fue siempre una piedra en el zapato del dictador. Porque le plantó cara en todo momento e hizo lo que muchos no hicieron: decirle al mentiroso caudillo todo lo que él no quería escuchar.
Castro lo persiguió todo el tiempo, lo mandó a prisión, le colocó las tristemente célebres brigadas de respuesta rápida por días frente a su casa, pero nunca lo pudo callar. El tirano, para molestarlo, decidió, incluso, el lugar donde enterraría los restos de Blas, sin consultarlo con él, o el resto de la familia.
Cuando el sepelio de su padre, en el mismo lugar donde reposan los restos de Antonio Maceo, Panchito Gómez Toro y Juan Fajardo, el último sobreviviente de las guerras contra España, Vladimiro manifestó abiertamente su descontento. No lo hizo por la compañía que tendría su padre en El Cacahual, sino por la manipulación que intentó el dictador con los restos de Blas.
Vladimiro estudió en la desparecida URSS y allí se graduó de piloto de guerra. Dicen quienes lo conocieron que era un gran piloto de Mig. Eso de haber estudiado en la URSS y el ser hijo de Blas Roca fue lo que más molestó al ya desaparecido Fidel Castro, cuando el hombre dio a conocer sus postulados contrarios a los del régimen comunista.
Incluso, luego de aparecer La Patria es de Todos, aquel documento que firmó junto a Félix Bonne, Martha Beatriz Roque y René Gómez Manzano, tuvo que pagar cinco años en prisión, nada más y nada menos que en una cárcel de máxima seguridad. Así de peligroso lo veían los hermanos Castro y con eso, además de sacarlo de circulación por un tiempo, querían dar un ejemplo para futuros opositores.
Nada de eso, sin embargo, hizo mella en Vladimiro, que se mantuvo firme siempre en sus principios, sin hacer concesiones a la dictadura, presto a trabajar por una Cuba mejor, al menos por una Cuba incluyente, en la que cupiéramos todos y no solo aquellos que determinara el gobierno de Fidel Castro.
Incluso, para defender sus posiciones, para hacerse escuchar, no tuvo miedo nunca de asumir actitudes duras frente a los represores, a los gendarmes del castrismo, porque fue un hombre valiente, sin miedo a nada, dispuesto a asumir siempre su responsabilidad en cada situación, por complicada que pareciera.
Ahora murió, pero un día los cubanos sabrán quién fue y qué hizo Vladimiro Roca, otro más de los que lucharon por una Cuba libre que se va de este mundo sin ver la caída del sistema.