Por Víctor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- Mientras tanto, por mi comarca Julio Iglesias hace de las suyas… por el tema de la vida. Aunque Bernardo Espinosa no quiere decirlo ya sé, de buena tinta, que Caibarién coge su corriente por un cable directo de la Felton. Antes la cogía desde Cienfuegos.
Y ahora que mencionan la palabra cable…, a las 6:40 empecé a mirar un cable que tengo de cordel y tuve que hablarme duro: «¡Eh! ¿Qué te pasa, tú? Deja la sanaquera esa que tú puedes con esto. ¡Mira, coño! Deja ese cable tranquilo.
Es que me entiendo, chico. Sonó la alarma y al abrir los ojos pensé tenerlos cerrados aún. La primera palabra que me vino a la mente fue una grosería. Fui chocando y hablando mierda hasta la cocina. No tengo alcohol, así que no tengo otra opción para calentar el carbón que un poco de diésel.
El carbón debía llamarse cabrón. Total que sólo sería una leve permuta de letras. El tipo me vio preparando la cafetera y se partió de la risa. Lo amenacé y se rió más, como diciéndome: «¿Me vas a botar? Piénsalo bien que se quedan sin comer». Eso se llama violencia psicológica. Lo he visto en el programa «Cuando una mujer».
Lo bañé de diésel y le di candela. Al principio se quejó un poco. La llama tenía treinta centímetros de altura y el espacio se llenó de humo. Parecía Antillana de Acero mi patio de servicio. En el techo una araña le decía a otra: «Este tipo otra vez con la mierda esa. Llevó días tratando de tejer una camiseta blanca y viene este a teñirla de negro».
Preparé la cafetera y la puse sobre dos trozos de carbón. Demasiados efectos especiales y pirotecnia. A la cafetera le dio un ataque de tos con tanto humo.
Terminé rendido y decidí irme solo con sabor a pasta.
Antes de irme volví a mirar el cable pero me dije: «Deja ese pobre cable tranquilo, asere. Bastante tiene el pobre que ya ni se acuerda para qué lo fabricaron. Con lo fatal que está, capaz que termine acusado de homicidio».
Tosí algunas veces y me fui con el humo entre las patas.
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