
COMEMIERDERÍA NUESTRA QUE ESTÁS EN LA BOBERÍA
Por Carlos Cabrera Pérez
Majadahonda.- La mayoría de los cubanos padecemos de comemierdería crónica; trastorno que ha convertido el ejercicio de la razón en pasión, la libertad en una soflama y la comunicación en ocurrencias mercantilistas y bullangueras.
Los países chiquiticos suelen parir egos descomunales y los totalitarismos alumbran Torquemadas con el fusil al hombro; obsesionados con reunir adeptos y degollar al diferente; aunque tenga razón.
Temas como la usurpada exclusiva de Siro Cuartel con la foto de Felipe Pérez Roque y unas recientes declaraciones de actor Omar Alí sobre su concepto de libertad carecerían de trascendencia en una democracia, pero la necesidad maniquea de reafirmarnos ideológicamente y, sobre todo, identificar aliados y adversarios, mantiene a Cuba sumida en la cochambre y desecha en menudos influencers para gozo de la corrupta, despiadada y mentirosa casta verde oliva y enguayaberada.
A la consigna tardocastrista de mentir para salvar la revolución, hemos contrapuesto un muro atiborrado de lemas contrarios, guayabas insostenibles y el entusiasmo contrarrevolucionario como suplantador de nuestras amargas verdades.
En el caso de algunos influencers de ambas orillas la verdad no importa; la servidumbre ideológica y el like se han convertido en árbitros supremos de la información y -si alguien tiene el cuidado de leer comentarios de lectores- comprobará que, a una mayoría, no le interesa debatir sobre texto o directa, sino dejar claro que en su orilla no se rinde nadie y que ahí no caben flojos, dudosos ni medias tintas.
La meta consiste en construir una, dos, tres muchas UMAPs; habiendo oído el seductor tableteo de ametralladoras de cada bando, que compite fieramente por imponer su criterio; perdiéndose el goce de la discrepancia y la virtud del respeto y la fraternidad, por encima de etiquetas ideológicas, como ocurre en países democráticos.
En los días luminosos y tristes del Caribe, pobre del cubano que se carteara con su familia exiliada, que se relacionara con ciudadanos desafectos y/o apáticos; en la actual contienda emocional, pontífices de plastilina crucifican a quienes no dejan morir de hambre y enfermedades a sus familias en Cuba, por ejemplo.
Lamentablemente, es un viejo vicio cubano, pero la democratización de las redes sociales ha multiplicado los espacios de analfabetos con ínfulas, a quienes cada rebaño sigue con sumisión y lealtad ciega; como hace el gobierno cubano en pleno al levantarse y abrir sus guerreras y antisociales redes.
Sería saludable que los repetidores de antenas de La Habana y sus contrarios reflexionen sensatamente antes de emborronar cuartillas y abrir sus bocas. por una imperativa necesidad de higiene mental de la nación y por lealtad a las futuras generaciones que querrán saber cómo fue el siglo XX cubano.
Juzgar, estigmatizar y condenar es el deporte favorito de la dictadura más vieja de Occidente, pero una parte de sus opositores y críticos practica las lapidaciones con igual frenesí incendiario en la búsqueda de su particular Hatuey; cacique y no cerveza.
Por suerte, mientras centinelas empeñados en ser como el Che y Robespierres más turbados que nunca emulan por ser campeones de la amargadera colectiva, la gente sensata vive al margen de estrépitos y hazañas, por mucho que unos y otros insistan en comerse el azúcar cruda y tomarse el agua sin mascar.