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CIUDADES Y LUGARES

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Por Tania Tasé ()
Berlín.- Esta ciudad te extraña, lo hacen todas las otras que transitaste y abandonaste. No pueden hacer otra cosa que morirse de nostalgia hasta que se les pierdan en la memoria tu rostro y tu silueta.
Tu andar.
Para seguir siendo ciudades te confunden con miles de transeúntes,
hasta que todos tengan tu cara, tu risa, tu olor, tus dientes y tu sexo.
Hasta que todas sean tú.
Una no lo sabe, pero los lugares nos echan de menos, sufren a morir cuando los abandonamos. Se matan de tristeza hasta que regresamos.
Esta ciudad te extraña, me extraño yo en ella sin ti. Nos echo de menos.
Sigo siendo esa figura borrosa y vagamente conocida que siempre se olvida el paraguas los días de lluvia.
Hace lluvia. Y frío. Y hace una ciudad sin ti, como si ella sola fuera la quinta estación.
Celos del tiempo indiferente, veloz, implacable que no se mira a sí mismo la nuca.
Inclemente verdugo que me hace llegar tarde a todas las almas de todos los seres.
Un corazón con orejeras debería poder avanzar también sin mirar atrás. Pasar de largo y tomar ventaja a los lentos. Destrozado, pisar fuerte.
Altanero, orgulloso y ridículo ante su propia insignificancia.
Pero un corazón no será nunca el tiempo por más que lo envidie.
Queda solo con su latido cobarde, arrítmico.
Incapaz de marcharse. Incapaz de quedarse.
Se aproxima temporada oscura de sombreros dobles en cabeza que estalla. Después de gestos bruscos y dureza en palabras fugadas del stress.
Invisible y pequeña siempre tras las prisas ajenas. Tercamente presente y disponible en las urgencias de otros que huyen asustados de la prioridad.
Ocultada como las flores que no se quieren morir cuando fenece el verano.
Como besos recibidos y devueltos en Toilette de bar. Y aquellas ventanas con vista a ningún lugar.
Besos furiosos, dementes, prófugos.
Ocultos, negados al aire oscuro y protector de la orilla del río.
Y seguir varada, terca y disponible, hallando el kilómetro cero de todos los caminos, justo ahí, donde comienza tu pecho, con la memoria de de tu sexo en las manos.
Borracha de nostalgia de una orgía con fresas que no repetimos.
Consciente de mi pequeñez disponible y desechable.
Regresa.
Aún no sé anudarme la bufanda y hace frío y miedo.
Esta ciudad te extraña y desaparezco.
Me devoran sus prisas.

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