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CINE CUBANO, ASUNTOS PENDIENTES Y OTRO CONGRESO QUE TERMINA

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Por Asamblea de Cineastas Cubanos
La Habana.- En abril del año 2008, los cineastas presentamos al VII Congreso de la UNEAC el informe “Propuestas para una renovación del cine cubano”, cuya vigencia permanece intacta. Luego, en el 2014, durante la celebración del VIII Congreso, nuestra demanda por una Ley de Cine fue duramente cuestionada por las máximas autoridades culturales del país.
Una década más tarde, sigue siendo un asunto pendiente. Hechos como estos explican el origen y la razón de ser de la Asamblea de Cineastas Cubanos (ACC).
La ausencia de un debate horizontal, sistemático y verdadero sobre los problemas que acompañan al sector audiovisual y cinematográfico, ha dado lugar a la grave fractura que caracteriza al cine cubano de hoy. La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac),, organización a la que pertenecen no pocos de nuestros colegas, ha optado, sin embargo, por hacer oídos sordos al reclamo de los cineastas. Nunca se acercó a la Asamblea y mucho menos la ha acompañado en sus propuestas o denuncias. La nueva dirección del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinemetográficos (Icaic) ha procedido de forma similar, desconociendo las voces emitidas por una parte de nuestro gremio. Desde allí nos llegan promesas, frases triunfalistas y una compulsiva relatoría de cifras y estadísticas no verificables, como si a la institución no le afectara la profunda crisis económica que tiene casi paralizado al país.
La realidad es que el Fondo de Fomento del Cine Cubano, el más importante logro de nuestro gremio y gestor de varias de las obras más importantes de los últimos años, ha recibido un presupuesto casi simbólico comparado con el que se destina a las obras designadas a dedo. Finalmente, su estructura y funcionamiento han terminado por ser intervenidos por la presidencia del ICAIC, violando la legislación que lo rige, tal y como oportunamente hemos venido advirtiendo
Las demandas e informes de la ACC han sido remitidos a las mismas autoridades culturales y del Gobierno que presidieron la clausura del Congreso de la UNEAC (https://endac.org/…/dossier-de-la-asamblea-de…/ ). Desentendiéndose de lo que la Constitución establece, no nos han dado respuesta. No obstante, el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha expresado al clausurar el Congreso: «Sin cultura no hay libertad posible. Para eso es necesario el pensamiento crítico como forma de liberación. Estoy convencido de que no es prohibiendo como vamos a resolver los graves desafíos culturales de nuestro tiempo».
Lo cierto es que seguimos enfrentados a exclusiones, amenazas y al no reconocimiento institucional del carácter transnacional de nuestro cine. Cualquier idea que no reproduzca el discurso oficial será señalada como espuria o gestada por los enemigos de la Revolución y, por tanto, silenciada o atacada. No importa el rigor o los argumentos que la sostengan, mucho menos el compromiso que debe tener nuestra cultura frente al drama humano, social y espiritual de la nación. Por el contrario, se pretende legitimar un cine alejado, en muchos casos, de las verdaderas urgencias y aspiraciones de ese pueblo al cual los creadores pertenecemos.
Más allá del discurso triunfalista de los últimos meses, la realidad es que desde hace tiempo el cine ha dejado de ser una opción cultural, social y espiritual relevante para nuestro pueblo. En múltiples zonas del país hay generaciones enteras que apenas han asistido a una sala de cine. Cientos de nuestros filmes aún esperan por su exhibición regular y natural. Mientras eso sucede, muchos de los egresados de nuestras escuelas de formación cinematográfica optan por emigrar ante la falta de espacios donde poder desarrollar su creatividad y talento con entera libertad. A pesar de lo que se diga en los discursos, dialogar críticamente con su tiempo se convierte en motivo de sospecha o persecución. Muchos de nuestros más relevantes cineastas han mostrado su desacuerdo con esta errática política ejercida durante décadas. Así es como hemos llegado al punto en que buena parte del mejor cine que hacemos solo logra ser apreciado fuera de Cuba.
No se puede seguir dando la espalda a estos hechos. No puede haber “descolonización cultural” donde imperan políticas de censura, exclusión y discriminación por las ideas. No habrá una respuesta real a los problemas de fondo del cine cubano sin que exista la voluntad capaz de escuchar y respetar las diferencias. El arte no puede mantenerse ajeno a la complejidad de la vida.

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