Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Comparte esta noticia

Por Reynaldo Medina Hernández
La Habana.- Algunos viven toda la vida de una forma y pretenden terminarla de otra. Sucede cuando un hombre (o mujer) abandona a su pareja y luego de años de vida alegre y disipada, regresa buscando perdón y reconciliación por comodidad. Es clásico en los oportunistas políticos, que al final «cambian de casaca» por conveniencia.
Es muy frecuente en Cuba, sobre todo últimamente. Importantes dirigentes y funcionarios del Partido y el Gobierno, altos oficiales de los cuerpos armados, la seguridad y la inteligencia, jueces y fiscales, a través de deserciones, vías ilegales o acogidos a los programas del gobierno de Estados Unidos, llegan allá en busca de un retiro dorado. El último caso conocido es el de un señor (supongo que ya no quiere ser llamado compañero), que fue 10 años secretario del PCC en una provincia y del Grupo de Coordinación y Apoyo de Fidel Castro, cargos de alta confiabilidad.
Esto es vergonzoso e inmoral. En primer lugar, por parte de los protagonistas; esos sí son traidores, no quienes piensan diferente a la línea oficial. En segundo, de las autoridades cubanas, que les permiten salir, y así desprestigiar al sistema que apoyaban. Pero sobre todo, de las autoridades de EE.UU, que acogen a gente que hicieron sus carreras denigrando y combatiendo a ese país. ¿Cuántas veces este señor gritó «¡Yanquis, go home!» y «¡Abajo el imperialismo!»?, y ahora va al «imperio» a pasar su vejez con los «yanquis». Toda una vida codeándose con la cúpula, pegado a la teta de la Revolución, privilegios, viajes al extranjero, vacaciones en hoteles, carros, casas y engordando como un cerdo, mientras el pueblo, al que arengaba, mentía y pisoteaba, vivía privado de todo eso. Y ahora pa’l Yuma a vacilar la vejez.
Si existe la justicia todos deben ser devueltos a Cuba, a vivir como merecen: con una chequera mísera, la famélica canasta normada, sin medicamentos, entre basureros, baches y aguas albañales. Como la cigarra de la fábula de La Fontaine: donde pasaron el verano, pasen el invierno.

Deja un comentario