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Por Jorge Sotero (Enviado Especial)
Santiago de Cuba.- Que la ONU salga a decir que los daños del huracán Melissa son mucho mayores de lo que el gobierno cubano había contado no es una noticia, es una confirmación. Es la prueba de que en esta isla hasta los números tienen que ser rescatados por alguien de afuera para que se acerquen a la verdad. Lo que para La Habana era un golpe, para el mundo es una devastación. Y en medio de esa diferencia de cifras se juega la vida de millones de personas.
Pero a ver, que no se nos olvide lo esencial: el huracán no hizo más que darle el golpe de gracia a una estructura que ya estaba podrida. Melissa derribó casas, sí, pero ¿qué pasa con los cubanos que llevan 20 años viviendo bajo un plástico, esperando un techo que nunca llega? Esa es la verdadera emergencia, la de siempre, la que el régimen lleva décadas ignorando. El huracán es solo el titular de hoy de una tragedia que es de todos los días.
Que un tercio de las provincias afectadas sigan sin luz casi dos semanas después no es un fallo logístico, es un fracaso de Estado. El sistema energético nacional, que ya era un chiste de mal gusto, ahora es una lápida. Y mientras, la gente no solo se ahoga en la oscuridad, sino en la impotencia de saber que no hay un plan, que no hay una salida, que solo queda inventar, como siempre, hasta para conseguir una vela.
La ONU pide 74 millones de dólares para ayudar. Es un parche en una hemorragia. Ese dinero, si llega, será un respiro, pero la pregunta que quema es: ¿quién garantiza que esa ayuda no se la lleve la burocracia, la corrupción o el mismo Estado que prioriza hoteles para el turismo sobre techos para su pueblo? La desconfianza es otro de los daños colaterales de este régimen.
Al final, las cifras de la ONU lo que hacen es ponerle números a una verdad que todos sabemos: aquí el desastre no es solo el huracán. El desastre es un gobierno que no puede, o no quiere, proteger a su gente. Un sistema que colapsa con la primera ráfaga de viento porque hace rato que abandonó a su pueblo a su suerte.
Así que no, esto no es solo sobre Melissa. Es sobre los 3.5 millones de damnificados de hoy y los millones más que ya eran damnificados de un sistema fallido desde ayer, desde hace años, desde siempre. El huracán pasará a la historia, pero la miseria, esa tiene un solo responsable: la cúpula que gobierna este país como si fuera su finca privada.