Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Comparte esta noticia

Por Eduardo Díaz Delgado ()

Te escribo sin gritos. Te escribo con la calma que a veces se necesita para hacerse las preguntas importantes.

Te escribo como cubano a cubano. No con odio, sino con esperanza.

Sé que te han mandado a cuidar el orden. Pero dime, ¿de qué orden estamos hablando? ¿El orden de la pobreza sostenida? ¿El orden de callar para poder comer? ¿El orden de tener que pisotear tu dignidad para sobrevivir, o esperar a que un familiar te mande algo desde otro país porque aquí ya no alcanza nada?

Ese no es un orden que merezca ser defendido. Ese es un castigo al que nos hemos acostumbrado.

Hoy, estudiantes han salido a protestar. Perdona, han decidido que no está bien lo que está pasando y se organizan para una protesta pacífica, solamente quedándose en casa. No con violencia. Con palabras. Con civismo. Con la valentía de quien ya no tiene miedo de decir que no quiere seguir viviendo así. Que no quiere seguir fingiendo que esto está bien. Que no quiere seguir callando por costumbre o por miedo. ¿Por qué ayudar a que ese miedo se haga presente?

Y a ti, que formas parte de la Seguridad del Estado, te pido que pienses: ¿De verdad crees que reprimir a esos jóvenes es lo correcto? ¿Crees que la presión a sus familiares es lo correcto? ¿De verdad crees que estás defendiendo al pueblo? ¿O estás defendiendo una idea que ya no representa a ese pueblo?

A lo mejor tú también estás cansado. A lo mejor tú también lo sabes, aunque no lo digas: esto no funciona. Esto ya no convence. Esto solo se mantiene porque hay miedo.

Pero ¿no te preguntas, aunque sea por un segundo, si tú estás del lado correcto?

Todos creemos estarlo. Es natural.

Los nazis creyeron estar del lado correcto. La Unión Soviética creyó estar del lado correcto cuando invadió países que no querían seguir bajo su sistema.

Y cuando esos pueblos se alzaron pacíficamente, cuando dijeron “ya basta”, la historia estuvo de su lado.
Mira a Lituania, a Letonia, a Estonia. Mira Europa del Este. Mira cómo nadie ha querido volver a aquello. Porque cuando un régimen se sostiene en contra de la voluntad del pueblo, tarde o temprano cae.

Y quienes lo defendieron, con o sin convicción, tuvieron que rendir cuentas con su conciencia. Y con sus hijos. Y con la historia.

Hoy tú estás en ese dilema.

No es un juicio. Es una oportunidad.

No te pido que te lances a las calles del otro lado. Pero sí te pido que pienses, que dudes, que no seas eficiente reprimiendo algo que en el fondo sabes que no es injusto.

Si no puedes insubordinarte, al menos no seas el más obediente. No seas el más violento. No seas el más cruel.

Y piensa en lo que viene después. Cuando este país cambie —porque va a cambiar—, ¿cómo quieres que te recuerden? ¿Como alguien que ayudó a sostener un sistema en contra de la mayoría? ¿Como alguien que golpeó, persiguió, silenció a quienes solo pedían un país donde vivir sin humillación? ¿O como alguien que, aun desde dentro, hizo lo posible por no ser parte del daño?

Porque nadie quiere, en el fondo, que sus hijos o sus nietos se avergüencen de su nombre.

Si algún día hay una votación libre en Cuba, si se pregunta al pueblo si quiere seguir o no con este sistema, ¿qué harás tú si la mayoría dice que no? ¿Seguirás reprimiendo para obligar a los demás a aceptar lo que ya no quieren?

Preguntátelo. Y respondételo tú, sin consignas.

A veces no hay que hacer mucho para estar del lado correcto. A veces basta con no apretar tan fuerte, con no ser el primero en alzar la mano. A veces basta con escuchar esa voz que ya te lo está diciendo desde hace tiempo: Ya basta.

Atentamente,
Eduardo Díaz Delgado

Deja un comentario