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Por Edi Libedinsky ()
La historia de Carlos Héctor Flomenbaum no es la de un personaje famoso por sus logros. En cambio, es la de una persona cuya identidad fue usada en uno de los robos de diamantes más audaces y misteriosos del siglo XXI.
En marzo de 2007, la ciudad de Amberes, Bélgica, conocida como el centro mundial del comercio de diamantes, fue el escenario de un espectacular robo. Un ladrón se llevó diamantes tallados valorados en más de 21 millones de euros. Esto ocurrió en una sucursal del banco holandés ABN Amro, ubicada en el famoso «barrio de los diamantes». En ese momento, el monto equivalía a aproximadamente 28 millones de dólares estadounidenses.
La particularidad de este robo fue la forma en que se llevó a cabo. No hubo violencia. El delincuente era un cliente habitual del banco desde hacía un año. Eso le permitió ganarse la confianza de los gerentes y obtener acceso a la bóveda de seguridad. Allí se guardaban grandes cantidades de diamantes como garantía de operaciones crediticias.
La única pista que la policía tenía era la identidad que el ladrón había usado para abrir su cuenta. Así logró acceder a las bóvedas: Carlos Héctor Flomenbaum. Sin embargo, pronto se descubrió que este pasaporte argentino era falso. Había sido robado en 2003 en Israel a un argentino real llamado Carlos Héctor Flomenbaum. Él residía en Israel en ese momento. Aunque en algunos reportes se mencionó que vivía en Argentina.
El verdadero Carlos Héctor Flomenbaum, un hombre que no tenía nada que ver con el crimen, se enteró con asombro y preocupación. Descubrió que su nombre y datos personales estaban siendo vinculados a un robo internacional de diamantes.
Las cámaras de seguridad del banco registraron los movimientos del ladrón. Se lo describía como un hombre de aproximadamente 1,87 metros de altura, de entre 55 y 60 años. Además, hablaba inglés con acento estadounidense, tenía el rostro afeitado y el pelo canoso. En las grabaciones, se lo veía usando lentes y una gorra.
Los investigadores creen que el ladrón planificó cuidadosamente el golpe durante más de un año. Construyó una reputación como comerciante de diamantes respetado para conseguir el estatus necesario para acceder a la bóveda. Fue la última persona en visitar la bóveda el 2 de marzo y la primera en entrar el día del robo, el 5 de marzo.
A pesar de la extensa investigación, la difusión de un identikit y una recompensa de hasta dos millones de euros por pistas, el ladrón y los diamantes nunca fueron encontrados. El caso de Carlos Héctor Flomenbaum, o más bien, la persona que se hizo pasar por él, se convirtió en uno de los grandes enigmas del crimen en el mundo de los diamantes.
La historia real de Carlos Héctor Flomenbaum, entonces, no es la de un criminal. Es la de un ciudadano cuya identidad fue involuntariamente arrastrada al centro de un misterio internacional. Su nombre se convirtió en el detrás de un fantasma que despojó millones en diamantes y desapareció sin dejar rastro.