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Caracol africano en Jaruco, la cortina de humo perfecta

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Por Liem Chao ()

Jaruco.- Aquí estamos otra vez, dándole vueltas al mismo trompo. El cubano, que tiene un alma más grande que el malecón entero, parece condenado a vivir en un subibaja de angustias. No es que salga de una para entrar en otra, es que las crisis vienen en manada, como los jinetes del apocalipsis, pero version caribeña: uno con un huracán, otro con una fiebre, y otro, no podía faltar, con un bicho de esos que ponen los pelos de punta.

Mira tú, en Oriente la gente está todavía con el corazón en la mano, tratando de ver cómo levanta lo que el huracán Melissa les tiró al suelo. Casas sin techo, luz que se fue y no vuelve, campos hechos trizas. Una preocupación que te quita el sueño. Pero aquí, en la mente maestra de los que manejan el cotarro, parece que les parece poca cosa. Occidente no puede estar tranquilo, no señor. Si ya teníamos dengue, chikungunya y un zika que te deja hecho polvo, ahora necesitamos otro susto.

Y de pronto, ¡zas! sale la noticia: Alerta en Jaruco por el caracol africano. Y uno dice: «¿Y este qué hizo?» Pues resulta que es gigante, invasor y viene a comerse lo poco que pueda nacer en la tierra y a enfermar a la gente. Llegó en el 2019, pero es ahora, con el país hecho un avispero, que le suben el volumen al asunto. Casualidad, ¿no?

La estrategia es tener al pueblo preocupado

No digo que el caracol no sea un problema. La especialista del CITMA lo explica bien: se reproduce más rápido que un chisme en un barrio, se come cualquier verde que encuentre y encima es una fábrica de parásitos. Peligroso, sin duda. Pero la pregunta del millón es: ¿por qué este es el tema de hoy? Es la cortina de humo perfecta. Mientras discutimos si vimos un caracol cerca de la escuela Raúl Hernández o del policlínico Noelio Capote, la mente se nos distrae de la falta de medicamentos para las virosis que sí tenemos encima, o de los techos que faltan en Oriente.

El llamado es, como siempre, a la «participación ciudadana». O sea, que el pueblo, con sus propias manos, sin medios ni recursos, se ponga a cazar caracoles. La comunidad es «fundamental», claro, para contener la amenaza. Es la misma canción de siempre: el problema es de todos, pero los recursos y la información son de unos pocos. Nos ponen en jaque con una nueva pieza en el tablero para que no miremos las otras que ya nos tenían acorralados.

Al final, el cubano se queda en el medio, con un ojo en el techo por si llueve, otro en el mosquito que zumba, y ahora, con la mirada baja, escudriñando la tierra por si aparece el caracol maldito. Es la estrategia perfecta: un pueblo preocupado es un pueblo ocupado. Y si las preocupaciones son muchas y variadas, mejor que mejor. Así no hay tiempo para pensar en lo de siempre. La pelota no es de goma, compay, la pelota es de mil caras y siempre te la tiran cuando menos la esperas.

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