Por Ulysses Pereira ()
Toronto.- Nací en Cuba, en La Habana, para ser más precisos. Vivo en Canadá, por tanto soy un inmigrante. Puedo mostrar un pasaporte, pero al final soy un inmigrante y eso es una realidad.
Sin embargo, entiendo perfectamente los conceptos de patria y nación. Y he vivido una buena parte de mi vida en este país.
No olvido dónde nací, pero agradezco a quién me tendió los brazos y suscribo completamente la noción de que «hogar es el lugar de donde no sientas la necesidad de huir».
Nunca tuve la necesidad de huir de Canadá hasta 2015, cuando autómatas descerebrados pusieron a una figura tan nefasta como Justin Trudeau en el poder. Este profesor de drama escolar, abyecto y servil a los enemigos del pueblo de Canadá, ha hecho mucho daño a este país. Mucho más del que la gente pueda imaginar.
Pero Canadá es un país, una nación, con historia y con tradiciones. No es una tierra a conquistar, y tiene recursos, inmensos que la visión centrista liberal que lo ha gobernado por décadas se ha negado a desarrollar en todo su potencial.
Es una social democracia de estado, lo cual es una falacia para ocultar los huecos por donde se escapan recursos que se podían utilizar en reformar cosas, como el abusivo sistema de impuestos o el decadente sistema de salud.
Pero siempre fue un país del Primer Mundo, que graciosamente (solo para citar un ejemplo) entrega a precios subsidiados casi el 90 por ciento de la electricidad del estado de Nueva York y que mantiene abierto y operativo el puente más importante del comercio terrestre de los Estados Unidos.
Canadá, como cualquier otro país tiene sus luces y sus sombras, como las tiene cualquiera, pero es una nación, un país, no un estado ni un territorio, insisto.
El solo hecho de la resonancia que esta tontería ha tenido entre algunos canadienses, demuestra la profundidad del daño causado por el (nunca antes mejor dicho) zascandil enjaezado que fue electo por los autómatas descerebrados y por las ovejas electrónicas para dirigir los destinos de este país.
El chiste de Trump que se ha convertido en algo serio para discutir, (no por mi parte) es uno de los exabruptos habituales del presidente electo, provocado por la figura mísera y patética de Justin Trudeau.
Canadá siempre ha sido, y espero que siga siendo, un aliado firme y confiable para los Estados Unidos, no un vasallo servil y obediente.
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