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CALLARME ME HACE MÁS DAÑO QUE EL PROPIO APAGÓN

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Por Sayli Alba Álvarez ()
Sancti Spíritus.- A penas he dormido y aún así me levanté a las seis, con dolor de cabeza y deseos de llorar. Se me aprieta la garganta y el pecho, y el aire para respirar me baja con trabajo.
De doce de la noche a cuatro de la madrugada no hubo electricidad y aunque tengo, para mi esposo y para mí, un ventilador recargable, el aire es caliente y me despierto a cada momento.
Me levanto, abro las puertas, camino… Me vuelvo a acostar. A esa hora el cansancio y el sueño se multiplican y me cuesta aguantar. Mi esposo me suplica que no escriba nada, me dice que me concentre en mi trabajo, en el niño, porque «Sayli, esto no tiene arreglo tenemos que vivir y sacar el niño adelante».
Así me dice y yo trato, de verdad que trato, de encontrar razones, pero cuando uno se levanta con sueño, con tremendos deseos de llorar, con genio y con desaliento, es difícil pensar, es difícil escribir, es difícil hablar, es difícil todo, entre otras cosas porque no tengo esperanzas de nada, porque sé que será peor, porque nada me consuela, porque la oscuridad es un manto feo y aterrador como el silencio, porque callarme me enferma y me hace más daño que el propio apagón.

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