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Por Arnoldo Fernández ()

Contramaestre.- Pasó frente a casa tres veces durante la tarde. Su pregón es doloroso: «¡Hay café en granos!».

Es una señora muy mayor, sus piernas arrastran un cuerpo que no da más.

Necesita vender aunque sea una libra, de las poquitas que trae en el bolso.

Mira a las casas, espera un milagro, pero nadie sale.

Se aleja, una que otra vez vuelve la cara, cree oír una voz, pero se engaña, nadie sale, nadie.

En casa no tiene qué comer, no puede con el día a día, entregó lo mejor de su vida a la causa y la causa no le da otra opción que vender cualquier cosa para ganar el sustento.

Duele ver sus piernas hinchadas de caminar, duele ver sus pies, duelen sus ojos apagados.

Arrastra el agotamiento de todo un país que no consigue ver una luz al final del túnel.

«¡Hay café en granos!».

Escucho el pregón, cansado, triste, aquella señora creyó que comería hoy, pero regresó a casa con todo el café.

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