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Barbara Mackle tenía 20 años. Era estudiante. Y en vísperas de Navidad, fue enterrada viva. En diciembre de 1968, la hija de un magnate de Florida fue secuestrada por dos personas que idearon uno de los crímenes más inquietantes del siglo XX.
La drogaron. La metieron en una caja de madera reforzada con fibra de vidrio. Le colocaron dos tubos de ventilación, algo de agua, dulces, tranquilizantes… y un cubo para sus necesidades. Luego, la enterraron en un bosque.
Cuando despertó, lo primero que vio fue una carta clavada sobre su cabeza:
“No se alarme. Está a salvo.”
El mensaje explicaba el funcionamiento de la cápsula: ventilación con batería, luces limitadas, instrucciones precisas para evitar la muerte por asfixia o ahogamiento si entraba agua. Incluso una advertencia cruel: si intentaba escapar o hacía ruido, le inyectarían éter por el conducto de aire.
Pasó 83 horas bajo tierra. Sola. Sin saber si alguien pagaría el rescate. Sin saber si viviría para ver otra Navidad.
Su padre entregó 500.000 dólares. Y el FBI, tras una intensa búsqueda, localizó al secuestrador: Gary Steven Krist, un estudiante brillante… y psicópata. Fue él mismo quien llamó a las autoridades para decirles dónde estaba enterrada Barbara.
Cuando los agentes abrieron la caja y la ayudaron a salir, su respuesta fue: “Ustedes son los hombres más guapos que he visto jamás.”
Barbara sobrevivió. Escribió un libro. Y hoy, décadas después, aún está viva.
Su historia es una mezcla aterradora de ingeniería, desesperación, resistencia y sangre fría. Pero también, de fuerza y esperanza en las circunstancias más inhumanas que uno pueda imaginar. (Tomado de Datos Históricos)