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Por Jorge Sotero ()

Cumanayagua.- Ando por Cienfuegos. Tengo problemas familiares y toca dar la cara y ayudar. Y acá no hay corriente, o al menos no como en La Habana, donde se puede ver algún programa de televisión, o hacer alguna búsqueda en internet. Por eso me perdí el ‘Hacemos Cuba’, de Humberto López.

Detesto al personaje que tiene montado el pseudoperiodista de Colón, al lamebotas del castrismo, al arrodillado de la Seguridad del Estado, al que usan para amedrentar al pueblo, para intentar tenerlo controlado. Ahora mismo está en el top three de los personajes más indeseables de Cuba.

Humbertico -así con ironía- no cabe en los aviones. No se podrá ir de Cuba y si sale, ya lo iremos a buscar a su destino para ‘sonarle’ la cara por indigno. Por ahí había una supuesta lista para las ‘galletas’ y yo me apunto. No quiero ser de los últimos, sino de los primeros, para ver las secuelas.

Este tipejo solo acude a la televisión acompañado de coroneles, fiscales, policías inmorales, que se prestan para todo con tal, como él, de que el castrocanelismo le mantenga sus dos cajas de pollo y el pomo de aceite a fin de mes.

A esos, a la tristemente célebre Seguridad del Estado, a los policías, al Minint, a los corruptos órganos de justicia, pagados y chantajeados por el régimen, vendió su alma.

El personaje es repulsivo

Cuba no necesita a este tipo de personaje. Como tampoco necesita a un dizque presidente entregado en cuerpo y alma a la familia real y sin cojones para tomar determinaciones por el bien del pueblo, o renunciar. No tiene huevos ni para darse un tiro, que es lo que debería hacer. Porque tanta deshonra no se puede llevar a cuestas.

Humberto López es un asco de persona. Y no es extraño, porque personajes así siempre hubo en Cuba: traidores a su sangre, a su raza, a su gente. Cuando los mambises le ponían el pecho a las balas por la libertad de Cuba, hubo cubanos plegados a la corona, pagados por ella.

¿Quién mató a Flor Crombet? No fueron españoles los que acabaron con la vida del bravo general. Fueron cubanos. Tal vez más cubanos que todos, por esa mezcla india en su sangre. Solo que por cada indigno, hay miles de hombres con decoro.

Ahora, con una policía corrupta, comprada hasta los tuétanos, amenezada, cobarde y corrupta, y con vigilantes en todas partes, la tiranía necesita de personajes que le laven la cara, solo que el histrionismo de Humberto López da asco, provoca repulsa. Con él me sucede como cuando veo aparecer hienas en documentales de la sabana africana.

Por suerte, se acerca el fin

Es detestable. Y si insoportable es su presencia en pantalla, más el personaje que monta, la forma de preguntar, lo de hacerse el entrevistador puntilloso, cuando todos sabemos que su guion lo escribió otro y que él solo repite.

Todo eso, a cambio de un vehículo, gasolina y protección. Porque, aunque ustedes no lo crean, anda protegido. Cuando venía para Cienfuegos, hace unos días ya, el transporte en el que venía se detuvo en el Cupet de Jaguey Grande. Unos minutos antes había pasado el tal Humbertico por allí, con protección, y previa llamada de La Habana, autorizaron a que echara combustible, en su viaje camino a Colón, donde tiene a la madre enyerbada por robo.

No le pasará nada a la progenitora. Como tampoco le pasa nada a ninguno de esos que vendieron su alma al diablo, o que son familiares de la cúpula. Los verdaderos ladrones no son los que venden recargas o saldo; son los que viven de Etecsa y de todas esas empresas del país que ingresan millones de dólares.

Los ladrones, y criminales, son los que hacen que un pueblo muera por hambre. O por falta de medicamentos, mientras convierten a desclasados, como Humberto López, en peones para su represión.

El castrismo está condenado. Su fin se acerca y los culpables de tanto desastre tendrán que pagar. Y desde ahora lo digo: si no aparece un verdugo, ¡cuenten conmigo!

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