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Por Datos Históricos
La Habana.- Hay palabras que parecen simples, casi cotidianas… hasta que descubres que llevan un pedazo de historia en cada sílaba.
“Chamba” es una de ellas.
Hoy la usamos para hablar de trabajo, esfuerzo, rutina, supervivencia. Pero su origen viaja atrás en el tiempo, hasta los años cuarenta, cuando miles de mexicanos —braceros— cruzaron la frontera hacia Estados Unidos buscando lo mismo que seguimos buscando hoy: oportunidades.
Cuando sus contratos vencían, debían presentarse en la Chamber of Commerce, la Cámara de Comercio estadounidense, para renovar sus permisos laborales. Pero la vida migrante es dura, rápida y a veces injusta. Las palabras se desgastan, se doblan, se adaptan al camino.
“Voy a la Chamber”, decían.
“Voy a la chamba”, terminaron diciendo.
Y así, sin ceremonias, una palabra extranjera se volvió nuestra. Cruzó el desierto, los campos de cultivo, los trenes nocturnos y las esperas interminables. Se volvió símbolo de lucha, de sudor, de dignidad.
Pero algunos lingüistas señalan que su historia podría ser aún más antigua, quizá anterior al propio programa bracero. La Real Academia Española hoy la reconoce oficialmente para varios países: México, Centroamérica, Ecuador, Venezuela y Colombia. Porque la necesidad de trabajar une acentos y fronteras.
“Chamba” ya no pertenece a la Chamber.
“Chamba” pertenece a quienes la ganan cada día.
Porque no es solo trabajo.
Es esfuerzo heredado.
Es historia viva en una palabra sencilla.