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Arroz vietnamita: nunca llega a todas las mesas

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Por Oscar Durán

Matanzas.- A simple vista, los campos de Calimete están dorados. La tierra mojada por el nivelado láser, las cosechadoras vietnamitas avanzando como si estuvieran en el delta del Mekong, y el embajador Le Quang Long paseando orgulloso, como quien observa una maqueta. Las cifras impresionan: 11,16 toneladas por hectárea en un modelo demostrativo. Más de 13.000 toneladas en la última cosecha. Pero si el arroz abunda en Calimete, ¿por qué falta en la libreta?

El régimen lo vende como un hito: 17 millones de dólares en maquinaria, 6.000 kilómetros de canales rehabilitados, 29.000 agricultores capacitados. Todo eso suena muy bien, hasta que miras la olla de cualquier cubano promedio, donde caben apenas dos libras al mes, si es que llegan. Y si uno se pregunta adónde va ese arroz que tanto presume el Ministerio de Agricultura, mejor no preguntar mucho. Puede que la respuesta esté flotando en alguna nave rumbo a África o esperando turno en un contenedor para el turismo.

Un arroz que no llena

Lo de Calimete es una postal. Un oasis que el gobierno muestra con orgullo para justificar su “soberanía alimentaria”, esa consigna hueca que repiten como papagayos. Pero en el resto del país, la gente sigue peleando por un puñado de granos. ¿Cuántos cubanos se han beneficiado directamente de esa producción récord? Ninguno puede decirlo. Porque aunque Vietnam ha puesto la tecnología, el conocimiento y hasta las semillas, el hambre sigue siendo made in Cuba.

¿Cooperación o dependencia?

Al régimen le encanta hablar de cooperación Sur-Sur, pero en la práctica, esto parece más una dependencia silenciosa. Un país que fue potencia azucarera, que producía alimentos para media región, hoy necesita que Viet Nam le enseñe a sembrar arroz, después que ellos enseñaron a Viet Nam. Lo agradecen con discursos grandilocuentes, con siglas absurdas como “ViBa” y con lo único que les sobra: la propaganda.

El arroz de los elegidos

Mientras los campos de Calimete brillan, en Camagüey, Holguín o Guantánamo la situación es otra. Las bodegas vacías, los revendedores haciendo su agosto, y el arroz vendido en MLC, como si el salario promedio permitiera siquiera mirar esa moneda. ¿Soberanía? En Cuba, ese arroz solo es soberano en los hoteles.

El embajador y la postal

“Seguiremos cooperando por la autosuficiencia alimentaria de Cuba”, dijo Le Quang Long. Quizás creyó que sus palabras iban a inspirar. Pero basta mirar la nevera del cubano común —si es que aún funciona— para saber que de autosuficiencia no hay ni la sombra. Y no porque los vietnamitas no hayan hecho su parte, sino porque en Cuba, lo que se produce se pierde, se desvía o se exporta con un cinismo que da vergüenza.

Arroz, pero sin leche

Veinte años de cooperación, cuatro variedades nuevas de arroz, máquinas y canales. Pero la barriga del pueblo sigue igual de vacía. El arroz de Calimete no se cocina en la olla de los de a pie. Es el arroz de la foto, de la visita oficial, del informe para justificar que algo, al menos algo, está funcionando en la agricultura cubana. Pero todos saben —los del campo y los del malecón— que mientras esta dictadura siga cocinando políticas, el pueblo no probará ni el primer grano.

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