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ALGUIEN PAGARÁ POR LA MUERTE DE JONATHAN Y POR MUCHOS OTROS CUBANOS

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Una alcantarilla se tragó ayer al niño Jonathan, en esta capital. Por ahí, por las redes, anda el vídeo, y por ahí también las justificaciones de los gobernantes y sus voceros, quienes alegan que el pequeño andaba solo y que ellos, las autoridades, hicieron el trabajo previo para evitar que ocurrieran accidentes.

Duele ver cómo un niño muere así, cómo una vida se pierde, y los verdaderos culpables se sacuden la responsabilidad, y la dejan caer en otros, en los padres, con una tranquilidad pasmosa, con una sangre fría incalculable, porque los culpables nunca pueden ser ellos.

En la nota que emitió el gobierno, recalca que «un menor que transitaba solo por esa zona inundada tras las fuertes lluvias, sin acompañamiento de algún mayor y contrario a los avisos emitidos durante la jornada y en días anteriores por la Defensa Civil y el Instituto de Meteorología», para lavarse las manos y salvar responsabilidades, cuando a ellos jamás le importaron las responsabilidades y siempre se las lanzaron a otros.

En los últimos años, cientos de cubanos han muerto por hechos a los que los gobernantes han dado el calificativo de accidentes, para evitar responsabilidades y no tener que pagar. Y esos fenómenos se han sucedido uno tras otro.

¿Recuerdan el avión que cayó al salir del aeropuerto en mayo de 2018? Busquen las causas: error humano, dicen los que investigaron, pero lo cierto es que aquella aeronave, rentada por Cubana, que no es más que el gobierno cubano, tenía prohibido volar a muchos países de la región, entre ellos Haití. Por algo sería, ¿no creen?

Media hora después de explotar el Hotel Saratoga, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, aseguró a los medios que había sido un accidente. ¿Cómo lo sabía? ¿Quién se lo dijo? ¿Por qué tenía esa certeza, cuando aún no se conocían ni los verdaderos daños y mucho menos las víctimas?

Más de 40 vidas humanas costó el error que provocó la explosión del Saratoga. Si se hubieran cumplido todos los protocolos, jamás hubiera sucedido. Pero eso no importó, porque el hombre al que Raúl Castro le entregó, supuestamente, el poder del país, dijo que había sido un accidente, y punto.

Los muertos los enterraron, el hotel comenzaron a repararlo, los que perdieron sus casas los mandaron a un albergue, y nadie pagó nada, ni indemnizó a nadie, y mucho menos se responsabilizó por las personas que dependían de los muertos. Todo quedó resuelto y ni un juez ni ningún fiscal imputó a nadie. Silencio absoluto.

Cuando el incendio en la base de Supertanqueros de Matanzas, fueron enviados al suicidio muchas personas, entre ellos jóvenes recién ingresados al servicio militar, que hacían las veces de bomberos luego de un supuesto curso emergente. Murieron y ya. Nadie pagó por esas muertes, nadie enjuició a nadie, ningún juez ni ningún fiscal pidió cuentas, las familias no fueron recompensadas. Todo se quedó ahí.

En este caso, incluso, ningún gran jefe fue sancionado, ningún ministro renunció, ninguna autoridad está en prisión.

En Melones, allá en Rafael Freyre, en Holguín, pasó lo mismo. Explotó un silo con municiones y 13 personas perdieron la vida, entre ellos nueve que estaban allí obligados. «Hubo un cortocircuito», dijeron, y decidieron tapiarlo todo, incluso las culpas, las responsabilidad, el mal manejo de las situaciones. De nuevo silencio de jueces y fiscales, mutis del gobierno, ministros ilesos, responsables sin culpas.

Y ahora una alcantarilla se traga un niño y la culpa es de los padres que lo dejaron salir solo sin la compañía de una persona mayor, cuando las autoridades, supuestamente habían advertido de los peligros.

Pues saben qué: todo es una mentira. Cuba es una mentira de país. No recogieron toda la basura, no destupieron las alcantarillas y muchos menos las completaron todas. Los que gobiernan en Cuba, en todas las instancias, son unos degenerados mentirosos.

Si son los responsables de todo, los dueños de todo, para robar y decidir, también tiene que pagar por todo lo que ocurre, y la muerte del niño irá a sus expedientes, al de Díaz-Canel, los Castro, Manuel Marrero, y en algún momento se les pedirá cuentas, lo mismo que por los presos políticos que mueren en las mazmorras castristas.

Tienen que pagar, alguien tiene que pagar por esas vidas valiosas que se pierden, por el dolor de las familias, por la desidia, por lo poco que le han importado los hijos del país durante décadas.

Ninguna de esas muertes quedará impune, y esa puede ser una de las razones por las que no quieran abandonar el poder, porque saben que el pueblo, un día, se las va a cobrar.

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