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Por Albert Fonse ()
Parecería que, finalmente, mis críticas han surtido efecto, gracias a Dios; mi frustración ante la falta de una política clara y firme por parte de la administración Trump hacia la dictadura cubana me estaba volviendo loco.
Es desesperante saber lo que representa el castrismo y ver cómo los Estados Unidos, pudiendo con una firma, una llamada, pueden revertirlo todo y no hacía nada. Pero Trump, por fin, ha comenzado a girar su atención hacia la verdadera amenaza del hemisferio, y aunque todavía no ha hecho todo lo que se necesita, estas nuevas medidas son una señal positiva. Por fin se empieza a recorrer el camino correcto.
La orden ejecutiva firmada el 30 de junio marca un punto de inflexión. Reinstaurar la prohibición total de turismo a Cuba, restringir transacciones con entidades militares como GAESA, devolver al país a la lista de patrocinadores del terrorismo y reactivar sanciones económicas severas envía un mensaje claro: se acabó el tiempo de las concesiones.
Esta vez no hay espacio para aperturas encubiertas ni para diplomacias que terminan legitimando a una maquinaria represiva. Se comienza a actuar con el lenguaje que esta estructura entiende: presión directa sobre sus finanzas.
Estas medidas no son decorativas. El turismo extranjero, especialmente el canadiense y europeo, es una de las fuentes principales de ingresos de esta mafia enquistada en el poder. Si Estados Unidos lidera un boicot frontal, acompañado de presión en organismos internacionales, el modelo económico que sostiene la represión comenzará a tambalear.
Sancionar a GAESA es cortar el flujo de divisas que alimenta su control interno. Cada dólar que no entra es una herramienta de control que se debilita. Cortar remesas, restringir servicios financieros y bloquear inversiones camufladas bajo supuestos intercambios culturales o comerciales es atacar el sistema en su base.
Pero no se puede detener ahí. Hay una red completa de operaciones disfrazadas que sigue funcionando desde el propio territorio estadounidense, en especial desde Miami. Agencias de viajes, envíos de paquetes, recargas telefónicas y tiendas online son parte esencial del modelo de financiamiento de la represión.
Estas estructuras deben ser desmanteladas. No tiene sentido sancionar a una dictadura mientras se permite que sus mecanismos de ingreso operen libremente en territorio norteamericano. El turismo y estas agencias conforman hoy su sistema de supervivencia, y permitirlo es, en los hechos, colaborar con el enemigo.
También debe establecerse una prohibición clara para toda empresa que tenga vínculos comerciales, financieros o logísticos con la dictadura cubana y que, al mismo tiempo, opere en Estados Unidos. Compañías como Meliá, Iberostar, Blue Diamond, Sherritt International y Sunwing deben enfrentar sanciones, investigaciones o prohibiciones.
No puede haber negocios legales en suelo americano que financien a un sistema totalitario. Visa y Mastercard deben ser bloqueadas en toda empresa vinculada directa o indirectamente con GAESA, dentro o fuera de la isla. No se puede permitir que plataformas financieras occidentales sigan facilitando transacciones en beneficio del aparato represivo.
El Partido Comunista Cubano debe ser declarado formalmente como enemigo del pueblo estadounidense, no por razones ideológicas, sino por su conducta activa y sistemática de infiltración, desinformación y espionaje. Esta organización opera dentro del país a través de universidades, fundaciones, medios y redes sociales, financiando campañas de propaganda, vigilando a opositores en el exilio y manteniendo redes de influencia política e ideológica.
Es urgente implementar un sistema de monitoreo e investigación que permita identificar y desmantelar esas estructuras. El Partido Comunista Cubano no es un partido político convencional, es el mando absoluto que controla la Seguridad del Estado, la policía política, los espías, los jueces, los medios y toda la maquinaria represiva dentro y fuera de la isla. Todo está concentrado en la misma cúpula. Son los mismos jefes, con los mismos métodos y el mismo propósito.
Designarlo formalmente como organización terrorista permitiría perseguir legalmente a sus operadores en cualquier parte del mundo, bloquear sus fuentes de financiamiento y alertar a quienes, desde el extranjero, continúan colaborando con ellos bajo fachada diplomática, académica o comercial.
También es hora de exigir la liberación inmediata y sin condiciones de todos los presos políticos. No puede haber diálogo posible mientras haya ciudadanos cubanos encarcelados por protestar, expresarse o simplemente pensar distinto. Es una exigencia moral que debe colocarse al frente de cualquier estrategia internacional.
Una medida urgente es restringir los viajes a Cuba para los no ciudadanos estadounidenses. No puede permitirse que miles de turistas sigan alimentando un sistema represivo mientras la población carece de lo más básico. Viajar a Cuba hoy no es turismo, es financiamiento directo a la represión.
ETECSA, como centro de censura, espionaje y monopolio absoluto de las telecomunicaciones en Cuba, debe ser sancionada cada vez que interrumpa el acceso a internet o a la comunicación móvil con fines represivos. Las multas deben ser automáticas, proporcionales a la duración y frecuencia de cada bloqueo, y abarcar también a sus subsidiarias tecnológicas y financieras en el exterior.
Asimismo, deben aplicarse sanciones a plataformas que canalizan fondos hacia el régimen desde países como Canadá o España, donde operan con impunidad. Tropipay, Revolugroup, Envío Dinero y otras estructuras similares facilitan la entrada de dinero sin regulación ni transparencia, y deben ser bloqueadas o expulsadas del sistema financiero internacional.
Esta batalla no se gana con discursos, sino con acciones concretas. Cuba no es una simple dictadura anacrónica, es la cabeza de la serpiente, el centro operativo de potencias enemigas que amenazan la seguridad hemisférica. Rusia, China e Irán operan hoy en el Caribe gracias a la protección que esta mafia les ofrece.
Si se derrumba el castrismo, cae buena parte del eje geopolítico que hoy socava la libertad en América. La administración Trump ha comenzado, por fin, a moverse en la dirección correcta. Lo importante ahora es que no se detenga.
Es bueno que esta noticia llegue justo cerca del aniversario de las gloriosas manifestaciones del 11 de julio, cuando el pueblo cubano se levantó con valor y dignidad. Mi hermano, como tantos otros presos políticos, seguramente será llevado a una celda de castigo para impedirle conmemorar esa fecha. Pero esta vez, desde el exilio, les llega un mensaje distinto: hay esperanza, hay señales de cambio.