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Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- Tras los rumores sobre su estado de salud, que hicieron las delicias de los enemigos de Estados Unidos y de los propagadores de noticias sensacionalistas, el presidente Donald Trump reapareció en su campo de golf en Sterling, Virginia.
Mientras ellos se devanaban los sesos inventando teorías, él, con una sonrisa burlona, disfrutaba de su recorrido. Después de tres días consecutivos en el Campo Nacional de Golf Trump, regresó a la Casa Blanca. Lo hizo sin perder ni un ápice de su buen humor: se hizo el muerto para ver cómo lo daban por acabado, mientras jugaba golf con sus amigos.
Lo que más me molestó no fue la noticia falsa sobre el estado de salud del presidente. Fue que muchos anunciaban crisis constitucional, institucional y política. Algo que ni siquiera ocurrió en momentos críticos como el asesinato de John F. Kennedy.
La sucesión del poder en Estados Unidos está cuidadosamente diseñada para evitar vacíos o conflictos de poder. Esto es porque el poder no recae exclusivamente en una sola persona.
En caso de que el presidente quede incapacitado, renuncie o fallezca, la Constitución y las leyes federales establecen una línea de sucesión clara:
Vicepresidente de los Estados Unidos
Presidente de la Cámara de Representantes
Presidente pro tempore del Senado
Secretarios del Gabinete, comenzando por el Secretario de Estado, seguido por el Secretario del Tesoro, Defensa, Justicia, Interior, Agricultura, Comercio, Trabajo, Salud y Servicios Humanos, Vivienda y Desarrollo Urbano, Transporte, Energía, Educación, Asuntos de Veteranos y Seguridad Nacional.
Esta estructura asegura que siempre haya un líder legítimo y funcional al frente del gobierno. Evita cualquier vacío de poder y garantiza la estabilidad institucional del país.