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Por Dr. Alexander Figueredo Izaguirre
Houston.- Hoy no es un simple segundo domingo de mayo. Hoy la distancia arde más que nunca. Hoy las ausencias duelen con nombre propio. A ti, Mamá, que aún estás allá, resistiendo entre apagones, escasez y mentiras, con ese amor de madre que ni la dictadura ha podido marchitar.
A ti, que me diste la vida y me la salvaste cada vez que me abrazaste con miedo, mientras afuera gritaban consignas vacías y adentro se nos moría la esperanza.
A ti, que te volviste madre y padre porque el Estado solo sabe criar esbirros, te dedico cada paso que doy en esta tierra libre.
A ti, Abuela mía, que cerraste los ojos sin poder volver a ver los míos, que esperaste mi regreso en vano, como muchas otras madres cubanas que aprendieron a mirar el mar con resignación.
Tu última lágrima no la secó mi mano, pero cada una de las mías la recuerda. A las madres que visten de negro el alma, porque tienen un hijo preso, desaparecido o fusilado por pensar distinto, por gritar «Libertad», por soñar con un país donde ser decente no sea delito.
Ustedes son las verdaderas heroínas de una Revolución que nunca fue.
A las madres que parieron hijos para el hambre, y aún así reparten el pan en partes invisibles para no dejar de ser madres. Que se duelen en silencio cuando su hijo les dice: “tengo hambre”, y lo disimulan con un cuento, una sonrisa, o el último huevo frito.
A las madres del exilio, que lloran frente a una pantalla, escuchando la voz de sus hijos a miles de millas, deseando poder tocar aunque sea la sombra de ese niño que se les fue pero al que no han dejado de proteger, aunque sea con oraciones.
Y a ti, Cuba, madre doliente de once millones de hijos rotos, dispersos, exiliados o sometidos. A ti te lloro cada día, pero no por nostalgia, sino por rabia, porque te quiero libre, digna, sin amos ni mentiras.
Y a ti, Estados Unidos, madre adoptiva que no preguntó de dónde venía, sino hacia dónde quería ir. Tierra que me abrió las puertas cuando mi patria me las cerró a golpes. Gracias por permitirme seguir luchando con un techo, una bandera y un sueño.
Hoy celebro el Día de las Madres con el corazón partido, pero con la convicción de que un día volveré con la frente en alto, y que tú, Mamá, estarás ahí… esperándome, como siempre, con un café tibio, un beso callado y los brazos listos para curar el exilio.
Por todas ustedes, madres de verdad. Porque si Cuba va a renacer, será desde el vientre del dolor de sus madres.