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A PROPÓSITO DEL DOMINGO DE LA ASCENSIÓN

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Por P. Alberto Reyes ()

Evangelio: Lucas 24, 46-53

Camagüey.- Hay situaciones en la vida que marcan un antes y un después: el paso de estudiante a trabajador, casarse, tener hijos, perder a un ser cercano y querido… Son situaciones que, cuando llegan, hacen que la vida se construya, para siempre, en otras claves.

La Ascensión fue y sigue siendo uno de esos momentos. La Ascensión significa que ningún creyente
experimentará ya a Cristo en modo visible, y tendrá que caminar en la fe. Es el tiempo de la apuesta: construir la única vida que tenemos en torno a la persona y al mensaje de un Jesús vedado a nuestros órganos sensoriales.

¿Desde qué coordenadas construimos la vida los que asumimos esa apuesta?

La primera, desde la certeza de la presencia continua del Señor. El libro de los Hechos de los apóstoles insiste en que Jesús “se dejó ver”, es decir, no es que antes no estaba y de momento sí está, al contrario,
siempre está y, en algunos momentos, “se deja ver”. Uno de nuestros pilares más firmes es precisamente ese, que el Señor siempre está, que nunca estamos solos, que siempre podemos contar con él.

Y lo segundo es dar continuidad a la obra de Jesús. Cristo vino a nuestra historia, pero no vino a cerrar la historia. Cristo vino a ayudarnos a vivir desde lo mejor de nuestra naturaleza, pero no vino a cambiar nuestra naturaleza.

Los retos no terminan

Eso significa que, después de Cristo, seguirán los retos, los problemas, las dificultades, la parte
dura y desafiante de la vida, a la cual tendremos que hacer frente. Y significa también que siempre, nos guste o no, tendremos que lidiar con esa parte de nuestra naturaleza dañada por el mal, que nos empujará una y otra vez a lo peor de nosotros mismos.

Cristo no vino a construir un paraíso en la tierra sino un Reino, y las claves de ese Reino son la aceptación de Dios como Padre y la lucha por hacer prevalecer el bien en todos los aspectos de la existencia.

Ese es el gran reto de los que elegimos la apuesta cristiana, esa es la fuente de sentido de los que seguimos a Cristo como maestro, ese es el cambio que inicia la Ascensión del Señor.

En otras palabras, que desde la confianza en el Dios que guía y acompaña, hacer que cada día cuente,
y cuente en la construcción de un mundo más humano, más bondadoso, más solidario, más hermanado,
empezando por la propia casa, que es donde el universo comienza.

Que mi día cuente para el bien, que tú día cuente para el bien, que nuestro día cuente para el bien.

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