Por Irán Capote ()
Pinar del Río.- Este, el de la foto, es mi hermano menor. Casi un hijo. Mi cuerpo es tres veces el suyo aunque come cuatro veces más que yo. Les digo esto porque siempre que nos ven juntos, alguien suelta aquello de: «Oye, comparte esas libras que te sobran con tu hermano». Y yo replico al instante: «El que tiene hijos no muere reventao.»
Yano (que se dice así y no Del Llano, cómo le dicen algunos) es un maestro de la calma, la bondad y la mesura. A diferencia de mí, habla poco, puede estar horas y horas en silencio.
Eso sí, agárrate cuando abre la boca, porque se va a bajar con sentencias rotundas.
Gracias a ese silencio del que es dueño y señor, es contratado como sonidista en proyectos audiovisuales (en 11:once, por ejemplo) porque ha desarrollado un oído impresionante y es capaz de detectar el ladrido de un perro a kilómetros, o el pitazo de un auto, y cuando menos te lo esperas, micrófono en mano en la filmación, suelta aquello de: !Corte por ruido!
Trabaja conmigo en el teatro y es mi medidor de calidad. Cuando el público está ahí y yo padezco el encierro durante la función, a la única persona que me acerco a «quemarle la noche» es a Yano. Entro a la cabina de luces y hablo y hablo y pregunto una y otra vez: «¿Cómo va quedando la cosa?». «¡Yo no sé pa que me dedico a esto!». Y él, hijo del silencio y la calma, no me mira, no me habla, si acaso me tira su sentencia: «¡Fuma!»
Yano siembra cactus y suculentas, haces bolsas de papel, teje pulseras de hilo con sus manos de araña, dibuja mangas, unicornios y medias lunas. Le he insistido para que se dedique a eso, le he dicho que montamos una tienda, que salimos de la zona de confort… Pero prefiere el universo que alterna los sonidos y el silencio.
Yano es Máster en Memes, Doctor en chistes de gatos y un soñador permanente.
Cuando lo traje a vivir conmigo a la ciudad, no demoró en robarse el cariño de mis amigos y colegas. Es que tiene el truco, el muy condenao, tiene la gracia pa robarse la atención sin apenas decir una palabra.
Como no le gusta leer mis post cuando son largos (y este es largo) aprovecho y cuento que acabado de mudar, con el arique amarrado en la canilla, con aquel espanto campesino ante todo lo urbano, tarde por tarde, Yano se paraba en el balcón y miraba y miraba al horizonte durante buen rato. De pronto se volvía y sentenciaba: «!Está al llover!»… Y lo decía así, como si fuera a acabarse el mundo… Yo lo miraba y le preguntaba: «¿Tú estás secando frijoles al sol?»
Aunque nació un día como hoy, su cara de cumpleaños es permanente. Todos los días son una fiesta para él.
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