PIPOL OFF NIUYOR

Por Javier Bobadilla
La Habana.- El miércoles 27 es mi 44 cumpleaños. Cuácara con cuácara. Si me preguntan qué quisiera de regalo por mi cumpleaños, olvídense de una respuesta de esas al estilo de «una Cuba libre», «la libertad de mi pueblo», o «elecciones libres y democráticas». Afganistán me enseñó que el miedo no se cura y la libertad no se enseña, y muchísimo menos se regala.
El martes, poco antes de la medianoche, durante la tormenta, me encontraba yo tratando de sacar la moto del fondo de un lago artificial, en alguna parte de Vía Blanca entre Concha y Fábrica. Tropecé, frené, y me quedé ahí, bajo la lluvia, con el agua carmelita a media pierna y la mirada estúpida y perdida de un búfalo de agua en un arrozal vietnamita. La rueda de atrás giraba, pero la moto no caminaba.
No obstante, estaba en paz conmigo mismo. La batería de la moto eléctrica tiene 78 volts y suficiente amperaje como para matar un rinoceronte, además de su conocida tendencia al estallido. Si nada de eso había pasado hasta ahí, ya no iba a pasar. Lo único que tenía que hacer era apagarla, bajarme y, cuidadosamente, empujar marcha atrás para salir del cráter. Digo cuidadosamente, porque si yo resbalo, se cae la moto, y la batería se mete en el agua, volvemos al punto anterior de electrocución seguida de explosión e incineración.
¿Qué hacía yo en la calle en medio de una tormenta eléctrica? Pregúntenle a la tormenta. Cuando yo salí había un cielo azul y un redondel, y así estuvo todo el día.
Nunca supe con qué tropecé, pero ahí, sumergido en el caldo de cultivo, tuve un momento de reflexión.
Cuando me dijeron que DC y Machi -que no es Primera Dama porque la Primera Dama no existe- se iban a New York, lo primero que pensé fue que el acontecimiento iba a cambiar la historia de los EEUU.
Nah. Nanananah. No puede ser. No lo van a dejar. Que sí, que ya tiene los papeles. Que no, que no puede ser. Que sí, que las Naciones Unidas tienen una jurisdicción diferente. Sí, ok, pero no. Va a arder Miami. Esto va a ser el fin de Los Estados tal y como los conocemos. Va a haber un Movimiento Secesionista de La Florida. Los dos senadores y los 28 representantes tirados en el piso del Congreso en Washington gritando «No pasarán» y la Guardia Nacional cargando gente pa’dentro’e la patrulla. Caos en las calles de Miami, manifestaciones masivas llevando en hombros un sofá con Otaola arriba poniendo el bafle las 24 horas. La Papaya de la Diosa por debajo del agua y la de la Hija de Maceo por arriba, los camioneros trancando la US-1, los cubanos en huelga por todo el país, sabotajes en el aeropuerto y carteles de «Biden Singao» en todas las paredes. La Florida cerrada por capacidad, los security aguantando la puerta, y adentro todo el mundo gritando «Abre la puerta de par en par, que afuera se quedaron gente».
Digo yo, si toda la guapería verbal que he visto del lado de allá fuera verdad.
Y no vi nada. El Presidente del CDR de Homestead está en su sofá, pero dentro de su casa. Los camiones van y vienen. A New York fueron cuatro gatos, que dieron toda la perreta que pudieron, pero esto no era de dar perreta en New York. A mi me dicen todos los días -desde allá- que esto va de golpear con una furia y un terror tan espantosos y sobrecogedores que disloquen la percepción de la realidad misma.
¿Y ahora te meten a DC allá, te lo pasean por New York, te lo restriegan por la cara, y no pasa nada?
¿Dónde está tu terror? ¿Dónde están tus demonios? ¿Dónde está tu 11J?
El martes alrededor de la medianoche, bajo los rayos y con la mierda por la rodilla, yo hubiera querido ser la tormenta eléctrica, la corona solar, Death the destroyer of worlds, un dios del laser de rayos gamma, y purificar New York, Miami y La Habana hasta que el sólo recuerdo de esa noche hiciera estallar en lágrimas de pánico a cualquiera que la hubiera vivido. No tenía mejor regalo de cumpleaños que pedir.
Si me preguntan hoy, les diré que esto hay que cogerlo con calma. Que yo quiero una visa de cinco años y una cuenta de banco en los EEUU. Que aquí hay que unirse al culipandeo, y que el infarto le de a otro. Un Nintendo Switch también me sirve. No tiene que ser OLED. Al final, yo lo quiero para jugar en el televisor, y desatar el terror y la destrucción en Hyrule.
(Tomado del Facebook de Javier Bobadilla)

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