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Dallas, Texas.- El reciente bulo difundido por Ignacio Giménez —una falsa ayuda de 1.100 dólares que movilizó a cientos de cubanos hacia hoteles de la isla— desató indignación, burlas, análisis rápidos y una pregunta básica: ¿cómo es posible que tanta gente cayera en algo así?
La respuesta es incómoda, pero necesaria: el responsable final no es el embaucador, sino la Tiranía que hizo verosímil la mentira.
La sociologia es clara cuando afirma que para que un rumor grotesco prenda en masa no basta un manipulador; hace falta un pueblo exhausto, empobrecido y sin instituciones confiables. Y eso no lo creó Giménez. Cuba es ya un cadáver con la condición perfecta para creer lo increíble
En un país hambreado donde el salario no alcanza, donde conseguir alimentos es una odisea diaria y donde prácticamente cualquier alivio económico proviene del exterior, la idea de una ayuda humanitaria no suena absurda: suena deseable y difícilmente encuentra filtros razonables para dudaría.
Para un cubano común, apostar horas de cola a cambio de la remota posibilidad de recibir el equivalente a años de salario no es ingenuidad: es supervivencia matemática que se entiende desde lo humanamente lógico aunque suene lo contrario.
La miseria convierte el milagro en una opción racional. La desesperación elimina el pudor. Y la falta de información fiable completa el circuito. En ese terreno seco, cualquier chispa es fuego.
Varios influencers cubanos han tratado de movilizar a los cubanos sin el resultado del español en cuestión. ¿La diferencia? Un pueblo descompetido con las ideas de la libertad pero que traspasa el límite del desespero por sobrevivir.
Ignacio Giménez actuó con frialdad y vanidad pero con una hijadeputancia feroz. Buscó viralidad, impacto, protagonismo. No lo movió la política —lo movió el ego y su falta de empatía por ese pueblo en harapos.
Pero su bulo solo funcionó porque ya existía un ciudadano cubano que no confía en la prensa oficial,un Estado Dictatorial que no explica ni aclara, un ecosistema donde el rumor sustituye al periodismo y un vacío total de instituciones capaces de desmentir con credibilidad.
Giménez es el oportunista pero la grieta es anterior a él. Y la grieta la hizo el régimen desde hace maS de 60 añOs.
La imagen de decenas de cubanos frente a hoteles, esperando una ayuda inexistente, no habla del bulo. Habla de un país extremadamente decadente.
Un pueblo que pasó años haciendo colas para pollo, para aceite, para pan, para gasolina, ya normalizó la humillación.
Cuando alguien te degrada todos los días, otro mentiroso más no sorprende. Ni inhibe si en ello no se habla de luchar por su libertad
El cubano creyó porque ya no tiene nada que perder. Y ese “nada que perder” , solo excepto si de cambio político se trata, lo generó el sistema, no un influencer mediocre desde el extranjero.
A simple vista aquí hay millones de culpables pero en realidad solo hay uno.
La mentira de Giménez es moralmente repugnante, sí.
Pero sería infantil responsabilizar solo al individuo que lanzó la piedra y olvidar al régimen que convirtió a un país entero en cristal.
El bulo es el síntoma.
La miseria, la censura y la desesperanza son la enfermedad que nadie quiere ver.
Y la enfermedad tiene un autor:
un Estado tiránico que destruyó toda confianza, toda estructura de protección y toda capacidad crítica de su propio pueblo.
Giménez manipuló. El régimen preparó a la víctima. Pudo incluso desmentirla a tiempo y NO lo hizo porque también se regocijan como aberrados viendo a un pueblo sufrir y desmoralizarse más.
Cuba no tiene remedio. Su pueblo no tiene capacidad crítica ni sentido de la lógica. Se las han matado. Aprendieron a no cuestionarla y repetir lo aprendido en la doble moral …Y por eso la mentira funcionó.