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Por Luis Alberto Ramirez ()
Miami.- La reacción desesperada de La Habana ante las acusaciones del Pollo Carvajal en su carta a Donald Trump revela mucho más de lo que pretende ocultar. Que los ministerios del Interior y de Justicia hayan salido a toda prisa, el 4 de diciembre, a declarar en conferencia de prensa que Cuba “cooperan con Estados Unidos en la guerra contra el tráfico de drogas” y que rechazan “cualquier tipo de vínculo con el narcotráfico”, es precisamente el tipo de respuesta que se ofrece cuando el ruido externo comienza a tocar fibras internas.
Porque la realidad es sencilla: la denuncia de Carvajal no es un problema diplomático, es un problema de seguridad para ellos. Si Washington decide mirar con lupa el Caribe bajo la bandera de la lucha antidrogas, inevitablemente el foco se acerca a Cuba. Y eso, lo sabe cualquiera que haya vivido en la Isla, es un escenario que los pone nerviosos.
El propio coronel Juan Carlos Poey, jefe del Órgano de Enfrentamiento Especializado Antidrogas del MININT, declaró que el actual despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe representa para La Habana “una seria amenaza a la seguridad y soberanía” del país, como informó EFE.
Pero lo interesante no es la frase, sino lo que transmite entre líneas: miedo. Miedo a quedar atrapados en la misma red donde ya están cayendo los socios y cómplices históricos del eje Venezuela–Cuba. Miedo a que las investigaciones internacionales comiencen a revelar lo que durante décadas han negado.
Porque en definitiva, cuando La Habana corre a “defenderse”, cuando grita inocencia antes de ser acusada formalmente, lo que demuestra no es transparencia, sino urgencia. Y en política latinoamericana hay un refrán que viene como anillo al dedo: si las bardas del vecino arden, pon las tuyas en remojo. Aparentemente, en la capital cubana ya entendieron que el fuego está demasiado cerca… y que el humo empieza a entrar por la ventana jajajaja…