Enter your email address below and subscribe to our newsletter

La crisis desborda los hospitales y el ministro reparte medallas

Comparte esta noticia

Por Oscar Durán

La Habana.- En un país donde los hospitales caminan con muletas y las farmacias solo venden silencio, José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, decidió sacar la cara más festiva de su catálogo. Mientras las familias se acostumbran a contar fallecidos como quien repasa una lista de compras, las autoridades sanitarias posan sonrientes entregando medallas, diplomas y reconocimientos. La escena parece arrancada de un álbum ajeno a la realidad: batas blancas relucientes, discursos encomiables y un entusiasmo institucional que no se corresponde con la angustia diaria de quienes no encuentran un antibiótico para salvar a un hijo.

Los números oficiales —los mismos que siempre llegan tarde y recortados— reconocen decenas de muertes por enfermedades que hace una década no pasaban de ser un mal rato. Sin embargo, los actos protocolares continúan como si el país estuviera escribiendo un capítulo brillante de su historia sanitaria. Se inauguran salones, se cortan cintas, se entregan distinciones. Todo muy ceremonioso, muy correcto, muy distante del olor a humedad y cloro viejo que domina los pasillos de los hospitales provinciales.

En lo que los directivos posan para la prensa, los médicos de base atraviesan jornadas interminables sin insumos, improvisando soluciones que, a veces, funcionan más por fe que por ciencia. La diferencia entre el escenario oficial y la realidad diaria es tan abismal que cuesta entender que ambas cosas sucedan en el mismo territorio. Una madre puede salir llorando del policlínico por la falta de un medicamento vital, y diez cuadras más allá un acto solemne anuncia, entre aplausos, “resultados satisfactorios en el sector”.

De la crisis sanitaria nadie habla en esos actos. No se menciona la precariedad de las ambulancias, ni los quirófanos detenidos por falta de piezas, ni los médicos que abandonan el país en busca de estabilidad. La narrativa oficial prefiere un país sin fisuras, una salud pública impoluta, un sistema heroico que solo existe en las palabras del podio.

En tanto, la población sigue cargando con la realidad cruda: colas que empiezan antes del amanecer, diagnósticos retrasados, tratamientos incompletos y la incertidumbre de no saber si mañana existirán los recursos mínimos para enfrentar una emergencia. En medio de esa fragilidad, el ministro continúa celebrando. El contraste es tan grande que uno termina preguntándose si esas medallas premian un logro, o si solo funcionan como un recordatorio de que la fiesta oficial no siempre invita a quienes están sufriendo la peor parte.

Deja un comentario