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Franz Mesmer y el magnetismo animal: El origen de la sugestión

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Por Edi Libedinsky ()

A mediados de la década de 1770, el médico alemán Franz Mesmer se había convencido de la existencia de una fuerza invisible que él llamó magnetismo animal, una energía similar a un fluido que creía que fluía en y alrededor de todas las cosas. Mesmer sostenía que, con el uso de imanes, esta energía podía manipularse para curar enfermedades y otras dolencias.

Poco después de comenzar a practicar sus teorías en pacientes, Mesmer prescindió de los imanes, concluyendo que podía lograr los mismos resultados con sugerencias vocales y mediante movimientos de sus manos y ojos. Durante las sesiones de tratamiento, Mesmer ponía a sus pacientes en una especie de estado de trance o sueño, durante el cual obedecían sus órdenes y se volvían insensibles al dolor.

Los informes sensacionalistas de curaciones (y las acusaciones sensacionalistas de fraude e incorrección con pacientes femeninas) hicieron que Mesmer fuera famoso y muy solicitado. Él y otros que adoptaron su práctica, llamándose a sí mismos «magnetizadores» (y más tarde «mesmeristas»), se volvieron extremadamente populares, aunque muy controvertidos.

El escepticismo de la ciencia

Desde el principio, muchos miembros de la comunidad científica denunciaron las afirmaciones de Mesmer como tonterías. Tras ser marginado por la comunidad médica en Viena, Mesmer se trasladó a París, donde sus servicios seguían siendo muy demandados.

En respuesta a la continua controversia y al escepticismo en las comunidades médicas y científicas, Mesmer y sus seguidores señalaron a la gran cantidad de personas que afirmaban haber sido curadas por el proceso. Buscando zanjar la controversia, en 1784 el rey Luis XVI de Francia creó una comisión, que incluyó a Benjamin Franklin y Antoine Lavoisier, para investigar e informar sobre la eficacia del «mesmerismo».

El efecto placebo

Más tarde ese año, después de una investigación que podría haber incluido el primer uso de un ensayo a ciegas, el panel publicó sus conclusiones, informando que no existía evidencia científica de la existencia del «magnetismo animal». Concluyeron que aquellos pacientes de Mesmer que parecían responder a los tratamientos estaban bajo el efecto del poder de la sugestión, la imaginación y la imitación (se cree que esta fue la primera descripción científica del efecto placebo).

Mesmer y sus partidarios denunciaron a la comisión y sus hallazgos, pero la moda del «mesmerismo» comenzó a declinar. El propio Mesmer dejó Francia y reanudó su práctica en Suiza, antes de regresar al estado alemán de Baden, donde murió en 1815 a los 80 años.

Aunque el mesmerismo perduró por un tiempo (experimentando un breve resurgimiento de popularidad a mediados del siglo XIX en Estados Unidos, por ejemplo), con el tiempo se desvaneció, dejando como legados principales la práctica de la hipnosis y nuestra palabra «mesmerizar» (fascinar).

(La imagen es un grabado en madera de un periódico francés de 1845, que muestra a un mesmerista trabajando.)

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