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Por Joaquín Artiles ()
Santa Clara.- Luego de innumerables intentos, logré coger vivo un mosquito. Lo tumbé con un trapo, tratando de no hacerle daño. Lo tenía todo preparado. De inmediato lo coloqué en un pomo de cristal y lo cerré con una tela de mosquitero.
Al observarlo con una lupa pude ver que era un aedes. Me miraba con rabia y me tiraba patadas. Me reí en su cara, sobre todo por su inocencia y lo chea que le queda esa licra de rayas.
Tenía ya preparada una carpeta con música a la que llamé Tortura Excesiva. De alguna forma debía vengarme de sus zumbidos en mis orejas. Le di play a la música y el bicho se retorcía. El ataque abrió con Rudy La Scala. Alzó las patas delanteras y trató de cubrirse la cabeza. Luego lo sorprendí con un remix de reguetones. Lo dejé tirado en el fondo del pomo.
Con un alambre afilado empecé a pincharlo… ¡pa que aprenda, coño! Con una jeringuilla lo rocié con orine. Según leí, eso hacen cuando te chupan la sangre. Lo dejé sentado con la cabeza baja. Logré cazar cuatro jejenes y se los eché en el pomo. El va a saber cuántas picaduras aguanta un ser vivo. Que guapee porque está semana que le queda de vida, se la haré insoportable.