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Cuba no necesita carneros que obedezcan, necesita leones que luchen en manadas

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Por Albert Fonse ()

Ottawa.- El régimen cubano ha logrado algo más peligroso que la represión: la obediencia. Ha convertido el miedo en costumbre, la espera en cultura, y la impotencia en identidad nacional.

Durante décadas ha repetido el mismo libreto de control: tú callas, ellos mandan. Tú esperas, ellos se eternizan. Tú obedeces, ellos se enriquecen. Así se fabrica una nación amordazada, no solo por las armas, sino por la idea falsa de que sin fusiles no hay libertad posible.

Esa mentira ha sido su victoria más grande. Pero la historia demuestra que los pueblos no necesitan fusiles para liberarse, sino decisión. Polonia, Alemania del Este, Rumanía, Chile o Checoslovaquia no vencieron por las armas, sino por la unión de millones que perdieron el miedo.

Cuando la dignidad se vuelve más fuerte que el temor, los tiranos pierden el poder.

En Cuba, el muro no es de piedra ni de fusiles, es de miedo. El régimen domina porque el pueblo ha aprendido a esperar, a obedecer, a confiar en que alguien más haga lo que todos deberían hacer juntos. Esa es la cultura de la obediencia: creer que la libertad llegará sin riesgo, sin voz y sin calle. Pero nada cambia mientras el miedo sea más grande que el hambre y la esperanza.

Cuba no necesita carneros que obedezcan, necesita leones que luchen en manadas. Necesita un pueblo despierto, capaz de entender que callar es servir al verdugo y que esperar es prolongar la esclavitud.

A la calle, no por furia, sino por dignidad. A la calle por los presos, por los niños sin futuro, por los ancianos que mueren esperando. Y a la calle para romper el silencio, para que el miedo cambie de bando. Porque cuando el pueblo cubano deje de obedecer, la dictadura dejará de existir

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