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Por Oscar Durán
La Habana.- Apareció Otto Rivero Torres en un video corto donde pretende lavarse las manos como si nunca hubiera hundido al país en la miseria. Con un aire de víctima incomprendida, hace oda al descaro. Dice “no entender” la ineficiencia del sistema, cuando durante años fue uno de sus principales operadores. Es fácil hablar de errores desde la comodidad, pero más difícil es reconocer que fue parte de esa maquinaria oxidada que trituró sueños, talentos y vidas.
Otto no fue un espectador inocente. Desde el Buró Nacional de la UJC hasta su cargo como vicepresidente del Consejo de Ministros, participó activamente en la gran estafa política que fue la “Batalla de Ideas”. Mientras el país se caía a pedazos, él vendía el espejismo de una Cuba pujante, moderna, “socialista próspera”. Engañó al pueblo con la misma soltura con la que hoy finge indignación. Cada consigna aprobada, cada discurso de alabanza, cada presupuesto desviado tiene su firma.
El arrepentimiento, cuando llega con el estómago lleno y el pasaporte sellado, no tiene mérito. Rivero ahora posa de crítico, pero en su momento disfrutó del privilegio y la inmunidad del poder. Fue uno de los intocables del castrismo, hasta que lo purgaron por corrupción y lo mandaron al olvido, o más bien de cortinero en el Teatro Nacional.
Entonces descubrió, súbitamente, que el sistema era ineficiente. Qué casualidad. Como si no hubiera tenido décadas para darse cuenta mientras viajaba, mandaba y se codeaba con la élite revolucionaria.
Otto no salió de la cúpula porque aborrecía el sistema, salió porque el sistema lo expulsó. Si no lo hubieran degradado, seguiría en su cargo, repitiendo loas a Raúl y al “socialismo invencible”. Hoy se vende como arrepentido, pero en realidad es un oportunista de turno que intenta reciclar su imagen para no ser recordado como lo que fue: un cómplice del desastre.
Quizás el futuro le dé la oportunidad de reinventarse en otro lugar, hacer un canal de YouTube o escribir un libro de autoayuda para exfuncionarios caídos en desgracia. Pero el pueblo cubano no olvida. Otto Rivero fue parte del engranaje que destrozó generaciones enteras. No basta con decir “no entiendo la ineficiencia”. Lo que no entendemos nosotros es cómo tiene la cara de hablar después de haber sido uno de los arquitectos del fracaso.
Ver video a continuación: