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La caída del último vikingo

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Por Datos Históricos

La Habana.- En los últimos ecos de la era vikinga, cuando los dioses del norte ya parecían enmudecer, Knud IV de Dinamarca intentó devolverles su voz.

Nacido en 1043, fue el último rey que soñó con un mar cubierto de velas y dragones de madera avanzando hacia Inglaterra.

Con el apoyo de nobles anglosajones, reunió una flota que —según las crónicas— pudo alcanzar los mil barcos, una fuerza digna de las antiguas sagas. Su propósito era expulsar a Guillermo el Conquistador y restaurar la gloria danesa en las islas británicas.

Pero el destino, como tantas veces, se rió del poder humano.

Mientras Knud preparaba su ataque, estallaron conflictos en la frontera con Alemania. Sus jefes, impacientes por la larga espera, abandonaron la campaña para volver a casa y cosechar.

Cuando el rey quiso castigarlos por su desobediencia, el orden se quebró.

La furia de los suyos lo alcanzó en Odense, donde fue asesinado ante el altar de una iglesia.

Así cayó el último rey vikingo: no por la espada de un enemigo extranjero, sino por la traición de su propia gente.

Con su muerte en 1086 terminó no solo un reinado, sino toda una era.

El rugido de los mares vikingos se apagó, dejando tras de sí un silencio que aún resuena en las crónicas del norte.

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