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A enemigo en retirada se le hace camino de plata

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Por Albert Fonse ()

Ottawa.- A enemigo en retirada se le hace camino de plata, y el pueblo venezolano necesita libertad, una transición hacia la democracia, porque suponga que toman preso a Maduro o lo matan pero no tienen movidas bien las piezas y cualquiera de sus compinches puede tomar el poder nuevamente, incluso quien lo entregue, y continuar una dictadura.

La posibilidad de una salida negociada de Nicolás Maduro debe entenderse como una posibilidad sobre la mesa más positiva que negativa, orientada a preservar la libertad del pueblo venezolano y no como un acto de clemencia para los criminales del régimen.

La caída del caudillo sin un plan claro para desmantelar su aparato de poder sería un riesgo enorme, porque las redes militares y de inteligencia que sostienen la dictadura pueden recomponer la fisonomía autoritaria bajo otra máscara.

Donald Trump y Marco Rubio son los únicos capaces de mover las piezas a este nivel y son los responsables directos de que hoy se esté discutiendo seriamente esta alternativa. Desde que han desplegado ese arsenal frente a las costas venezolanas y se anuncia la llegada del portaaviones Gerald Ford, acompañado de su grupo de combate, la presión ha escalado hasta poner sobre la mesa una salida negociada que, en la lógica de la realpolitik, puede leerse como un jaque mate para el régimen.

Esta señal militar y diplomática no es inocua; obliga a actores internos a reconsiderar sus posiciones y ofrece incentivos concretos para quienes busquen una salida personal segura.

Hay que aprender de casos anteriores

No propongo impunidad ni olvido. Proponer una negociación es pensar en el día después, en la remoción planificada de los mandos comprometidos, en la depuración de las fuerzas armadas y en la reconstrucción institucional necesaria para que la justicia funcione sin venganzas selectivas.

La historia reciente ofrece lecciones contrarias que pesan sobre cualquier decisión. Panamá tras la caída de Noriega transitó hacia mayor estabilidad y crecimiento, mientras que Irak tras la eliminación de Saddam Hussein entró en una espiral de violencia y fragmentación que aún pesa sobre la región.

Aprender de esos ejemplos obliga a diseñar condiciones muy concretas: garantías verificables, calendario claro para elecciones libres y supervisadas, y mecanismos internacionales que aseguren la no reproducción del autoritarismo.

Solo digo que es una opción, porque otra vía posible es la eliminación física de Maduro o su captura seguida de negociaciones con quienes lo entreguen. Esa alternativa contiene la misma posibilidad de éxito que de desastre.

Si la transición no incluye la desarticulación real del aparato autoritario y la construcción simultánea de instituciones fuertes, cualquier triunfo corre el riesgo de convertirse en la mera sustitución de nombres sin cambio de fondo.

El interés superior del pueblo venezolano debe marcar la pauta. La prioridad es la libertad, la reconstrucción del Estado de derecho y la protección de la vida de los ciudadanos. Cualquier ruta que no garantice esos principios será una derrota disfrazada de victoria.

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