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El desastre del Challenger: la tragedia en el descenso

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Por Edi Libedinsky ()

La mañana del 28 de enero de 1986 se suponía que iba a ser un evento de rutina. El transbordador Challenger despegó de Cabo Cañaveral en la misión STS 51-L, ascendiendo hacia el cielo de Florida mientras millones lo veían en vivo por televisión y miles se congregaban en la playa

Lo que siguió no fue una «explosión» única en el sentido cinematográfico, sino una desintegración estructural. Un aro tórico de goma (O-ring) en un cohete acelerador sólido falló debido a las gélidas temperaturas previas al lanzamiento. El gas sobrecalentado se escapó, quemó los puntales del tanque externo, y la estructura se despedazó a los 73 segundos del ascenso.

El Silencio de la Caída

La parte más inquietante es lo que mostraron los datos de ingeniería después. La cabina de la tripulación no se vaporizó. Se separó como una estructura presurizada en gran parte intacta y continuó en un arco balístico. El seguimiento en la trayectoria de caída mostró que estuvo cayendo durante aproximadamente dos minutos y cuarenta y cinco segundos.

Los investigadores encontraron paquetes de aire personales activados entre los restos recuperados en el Atlántico. Ese pequeño detalle sugirió que al menos parte de la tripulación tuvo tiempo de reaccionar. La conciencia no se puede probar con certeza, pero la evidencia implica que pudieron haber entendido lo que estaba sucediendo durante el descenso.

De ser así, significa que la tragedia no fue instantánea. Se desarrolló a lo largo del tiempo. Un descenso largo y silencioso que nadie presenció.

Dato Adicional: La causa principal (la fragilidad del aro tórico debido al frío) había sido advertida por los ingenieros antes del lanzamiento. Rogaron por un aplazamiento. El lanzamiento siguió adelante de todos modos debido a la presión del calendario y la óptica presidencial del discurso del Estado de la Unión.

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