Por Joel Fonte (Especial para El Vigía de Cuba)
La Habana.- Los términos Gobierno y Estado los arrojé hace tiempo de mi mente para calificar a la estructura de Poder que, tomando como eje al partido comunista, controla al país y secuestra las verdaderas y legítimas funciones de un Gobierno y Estado democráticos.
Entonces, cuando los empleo, como ahora, es solo para facilitar la comprensión de lo que expongo.
Visto asi, debe saberse que en el código penal impuesto por el régimen -ley 151/22-, en vigor desde el 1 de diciembre del mismo año 2022, se define en el Libro II, Título I, Capítulo III, Sección Octava, Artículo 135, apartado 1, el delito de Mercenarismo como la conducta de un sujeto genérico que «con el fin de obtener el pago de un sueldo u otro tipo de retribución o beneficio personal, se incorpore a formaciones militares, o empresas militares o privadas, integradas total o parcialmente por individuos que no son ciudadanos del Estado en cuyo territorio se proponen actuar».
Luego, en el apartado 2, esa misma norma sustantiva penal prevee que es igualmente sancionado el que «colabore o ejecute cualquier otro hecho encaminado, directa o indirectamente, a lograr el objetivo señalado en el apartado anterior».
De tal suerte, cualquiera que desde posiciones de autoridad y Poder político en un Estado, actuando en su nombre, aliente, estimule o propicie la realización de esa actividad de tan elevada peligrosidad por cuanto afecta la soberanía de otros Estados y provoca muerte y destrucción, está ejecutando actos que califican y convierten ese crimen en Política de Estado.
Y qué es lo que ha venido haciendo a coro la cúpula castrista, teniendo como vocero más entusiasta al sirviente de Raúl Castro -el señor Canel- desde que el 24 de febrero del 2022, Putin lanzó su salvaje y genocida invasión de rapiña y conquista sobre Ucrania, anexándose importantes territorios de ese país, sembrando la muerte masivamente…?
¿No ha estado el castrismo ensalzando, magnificando como héroes a mercenarios que protagonizan esa invasión?; ¿No ha destacado con su asfixiante, persistente propaganda al grupo de mercenarios Wagner como «héroes y patriotas» que luchan por liberar a sus hermanos, los pobres ucranianos, del neofascismo…?
¿No es eso acaso alentar a mercenarios…?
Esas mentiras descaradas que elogian el mercenarismo han sido repetidas día tras día, semana a semana, mes tras mes…
Y la propaganda del régimen cubano, por sus características, es una demoledora máquina de guerra con un poder de influencia colosal, apoyado en el monopolio de la creación de opinión pública ficticia, que si bien se ha desacreditado por la perdida de credibilidad de sus caudillos y por el surgimiento de redes alternativas de información, aún abarca y hace acriticos a millones de personas aquí y fuera de Cuba.
Ese ocultamiento sistemático de la verdad sobre la genocida agresión, sus motivaciones verdaderas y sus protagonistas -agresión condenada en múltiples ocasiones por la comunidad mundial, agrupada en la ONU- no solo es manipulación de masas como política, sino que es crimen de lesa humanidad, porque esa complicidad genera también responsabilidad penal.
Pero la culpa no termina ahí.
¿Por qué se enrolan cubanos en esa invasión cometiendo así mercenarismo? Lo hacen no solo por dinero, sino influidos por esa propaganda del Castrismo que a muchos les construye la percepción de que van a «luchar» por una causa que es justa, por cuanto llevan más de año y medio escuchando tal mentira en la televisión, en la radio, leyéndolo en periódicos, revistas, en los sitios de internet del régimen… en todas partes.
No se trata ya, entonces, solo de si los potenciales mercenarios son reclutados o traficados, de si conoce el Castrismo esa actividad y la facilita o no -lo que no admite, a mi juicio, dudas por múltiples y convincentes razones- sino de que esa culpa política es de naturaleza criminal y que en consecuencia convierte a sus responsables -Raul Castro, su sirviente y los miembros del buró político del partido comunista en primer lugar- en criminales por delitos que son juzgados también por la Corte Penal Internacional.
Finalmente, no olvidemos nuestra responsabilidad individual, porque cuando una nación tolera pasivamente que el Poder sea ejercido por criminales y tomado para cometer hechos similares también contra otros pueblos del mundo, esa nación se hace moralmente cómplice de su tirano.
Basta de tolerar injusticias. No más temor. No más dictadura en Cuba.