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Nacido en Islandia hacia el año 910, Egill Skalla-Grímsson fue un hombre de contrastes extremos: guerrero brutal, jefe temido, hechicero, poeta y figura central de las sagas nórdicas.
Desde niño mostró un carácter indomable. A los nueve años ya había matado a su primer adversario, defendiendo su honor con un hacha. Su vida estuvo marcada por la violencia, pero también por un ingenio feroz que lo convirtió en aliado, enemigo y leyenda de reyes. Combatió como mercenario en Inglaterra bajo el mando de Athelstan, devastó aldeas en el mar Báltico y se enfrentó durante décadas a Gunnhildr, la reina bruja de Noruega, en un duelo de magia y poder.
Egill fue visto como un caudillo al que muchos temían, pero también como un poeta capaz de conmover a quienes escuchaban su voz. Su obra más famosa, Sonatorrek, escrita tras la muerte de su hijo Böðvarr, es considerada una de las joyas más conmovedoras de la poesía escandinava: un canto de dolor y belleza, en el que un guerrero endurecido revela la fragilidad de un padre.
En su vejez, ciego y melancólico, Egill se retiró junto a su hija, pero aún conservaba el filo de su carácter. La tradición cuenta que escondió su tesoro en las montañas y mató a sus propios sirvientes para asegurarse de que nadie revelara el secreto. Murió poco después, dejando tras de sí un legado que oscila entre el mito y la historia.
Egill Skalla-Grímsson encarna la paradoja de la era vikinga: brutalidad y poesía, magia y violencia, ferocidad y sensibilidad. Su nombre aún resuena como el del hombre que podía arrancar vidas en el campo de batalla… y al mismo tiempo escribir versos que sobrevivieron a los siglos.