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Toronto resucita a batazos: los cubanos también dijeron presente

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Por Redacción Deportiva

Seattle.- Cuando uno está contra la pared, no hay otra salida que lanzar golpes. Jeff Hoffman, el cerrador de los Blue Jays, lo dijo antes del juego como si se tratara de una profecía. Y cumplió. Toronto llegó al T-Mobile Park con la soga al cuello, dos derrotas encima y un público encendido, pero esa noche del miércoles la Ciudad Esmeralda se tiñó de azul: los canadienses soltaron la furia y devolvieron el golpe con una paliza de 13-4 sobre los Marineros.

Seattle empezó rugiendo. Julio Rodríguez, el ídolo local, conectó un jonrón de dos carreras en la primera entrada y levantó el estadio como si ya tuvieran un pie en la Serie Mundial. Pero aquello fue apenas un espejismo. En la tercera entrada, Toronto cambió el guion: Andrés Giménez empató con un vuelacercas, Vladimir Guerrero Jr. y Springer siguieron el festín, y cuando Alejandro Kirk —el catcher de ascendencia cubana— desapareció una recta por el jardín izquierdo con dos compañeros en base, el partido se acabó de decidir. El marcador, 12-2 en el sexto inning, era una declaración de guerra.

Y mientras Toronto celebraba, Randy Arozarena, el pinareño que no se rinde, levantó su bandera en la octava entrada. Jonrón solitario, elegante, sin aspavientos, como quien sabe que la derrota no le roba protagonismo. Fue el único respiro para los Marineros, que se ahogaban en su propio silencio. Todo frente a Yariel Rodríguez, el derecho camagüeyano de Toronto, quien recibió precisamente ese batazo de Arozarena y otro de Cal Raleigh, pero aguantó firme y cerró el inning sin más daños. Un duelo cubano dentro del gran espectáculo.

Toronto no solo ganó: humilló. Cinco jonrones, dieciocho imparables y un despliegue ofensivo que recordó sus mejores noches de temporada regular. Cada batazo fue un mensaje para Seattle: “no estamos muertos”. El equipo canadiense recortó la serie a 2-1 y viaja al juego cuatro con el ánimo por las nubes. En las gradas, los fanáticos de los Marineros bajaban la cabeza; los Blue Jays gritaban que todavía hay serie.

Los cubanos, como siempre, dejaron su huella. Arozarena volvió a demostrar por qué es uno de los mejores de la postemporada; y Yariel Rodríguez cumplió su papel, aunque con el orgullo herido por ese par de bambinazos que soportó.

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