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Por Claudio di Girolamo
La Habana.- Octubre siempre ha sido un mes para los que desafían la lógica. Es el mes donde el miedo cambia de camiseta y los héroes nacen sin pedir permiso. Jorge Polanco, con su swing de metrónomo y su calma de francotirador, está escribiendo su propia leyenda en la Serie de Campeonato de la Liga Americana.
Su jonrón de tres carreras en el segundo juego ante los Blue Jays no solo le dio vida a los Marineros; les dio historia. Seattle, un equipo acostumbrado a las promesas rotas, está a dos pasos de su primera Serie Mundial.
Polanco no es el más joven ni el más mediático. Es, más bien, el tipo que no hace ruido y termina dejando al estadio mudo. A sus 32 años, el dominicano ha cargado con la responsabilidad de un equipo que aprendió a creer tarde, pero creyó al fin.
Dos jonrones contra Skubal en la ALDS, un batazo para dejar tendidos a sus rivales en aquel maratón de 15 entradas, y ahora otro golpe de gracia frente a Varland. Cal Raleigh lo definió con una frase tan simple como certera: “nuestra alma y corazón”. Y en octubre, el alma vale más que cualquier estadística.
El Rogers Centre fue testigo de cómo el ruido canadiense se volvió eco. Polanco, Julio Rodríguez y Josh Naylor convirtieron una noche cualquiera en un manifiesto de poder. Toronto, que soñaba con su redención, terminó ahogado en su propio entusiasmo, perdiendo 10 carreras por tres.
Mientras tanto, los Marineros se marchan a Seattle con la serie 2-0 y un dato que da vértigo: el 89 % de los equipos que ganaron los dos primeros juegos fuera de casa terminaron celebrando el título. El béisbol, que a veces se disfraza de ciencia, esta vez parece rendirse ante la poesía.
En el otro extremo del diamante, Trey Yesavage fue la víctima perfecta. Pasó de lanzar un no-hitter contra los Yankees a no poder sacar ni un out antes de ser golpeado por un splitter maldito de Rodríguez. El béisbol tiene esa crueldad: hoy eres historia, mañana eres nota al pie. Gilbert tampoco estuvo fino, pero el bullpen de Seattle hizo su parte. Y ahí estaba Polanco, imperturbable, esperando el pitcheo correcto, como si supiera que la pelota ya estaba condenada a salir del parque.
La serie ahora viaja al T-Mobile Park, donde Polanco espera el rugido de su gente. “Sé que nos van a dar energía”, dijo con esa sonrisa que mezcla fe y destino. Quizás no lo sepa aún, pero cada swing suyo ya está haciendo ruido en los libros de historia. Octubre lo ha elegido. Y cuando octubre te elige, no hay lanzador que te detenga.