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Por Datos Históricos
La Habana.- Cuando Star Trek se estrenó en la década de 1960, el mundo de la informática era inmenso, literal y figuradamente. Las computadoras ocupaban habitaciones enteras y almacenaban datos en tarjetas perforadas o carretes de cinta magnética. En ese contexto, la idea de guardar información en un pequeño disco del tamaño de la mano parecía pura fantasía.
Sin embargo, Gene Roddenberry y su equipo imaginaron un futuro en el que la humanidad interactuaría con máquinas ágiles, intuitivas y personales. En los capítulos de Star Trek, los oficiales de la Flota Estelar insertaban diminutos discos de datos —antecesores ficticios de los CD, DVD y memorias USB— para almacenar información o transmitir órdenes.
Ya para los años 80 y 90, esa visión se volvió cotidiana. Las memorias extraíbles, los discos ópticos y más tarde las unidades flash hicieron realidad aquella predicción que había parecido absurda. Y Star Trek, que seguía en antena, no se conformó con eso: anticipó también las tabletas. Los personajes usaban dispositivos portátiles de lectura (los PADD) para escribir reportes o leer informes… una versión casi exacta de lo que hoy conocemos como iPad, presentado por Apple en 2010.
Lo fascinante no es solo que estas invenciones se materializaran, sino la forma en que la ciencia ficción inspiró a la ciencia real. Ingenieros, programadores y diseñadores crecieron viendo esos episodios y quisieron construir lo que habían visto en pantalla.
Lo que alguna vez fue “ridículo” hoy cabe en nuestros bolsillos. Y, como bien enseñó Star Trek, lo imposible de hoy puede ser lo cotidiano del mañana.