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Por Ulises Toirac ()

La habana.- La retórica del gobierno es «ustedes son responsables y son quienes tienen que resolverlo».

El superpaternalismo y las restricciones marcan una historia que abarca desde el 59 a la fecha. La ausencia de diálogo y, más que diálogo, de espacios de participación, han privado al pueblo de su lugar en la planificación y decisiones —con una Asamblea que ha demostrado no pujar, discutir, oponerse y/o enriquecer con debates las «propuestas» del Estado, lo que a su vez ha puesto en evidencia la «Santísima Trinidad» Partido-Estado-Gobierno— y, en resumen, de su protagonismo respecto no solo al desarrollo económico, sino al social.

Los planes se «discuten» —con una verticalidad sempiterna— en comisiones que deciden lo decidido, y en cada período de sesiones de Gobierno se emplea más esfuerzo en propaganda que en análisis y participación planificadora.

Resultado: nuestros mares no producen peces ni sal; nuestras tierras no producen cultivos ni animales; nuestras industrias —con un plan de desarrollo en que el turismo ha intentado suplantar la economía agroindustrial de toda la vida— son obsoletas e incapaces de suministrar productos. Nuestras empresas de servicios no logran cumplir sus compromisos y contratos, ni entre ellas ni con los usuarios particulares.

Siempre la culpa a los demás

El embargo o bloqueo —vamos, no se pongan bravos— existe y existirá, y lo que sea que hagamos no va a variar porque se cante con los brazos en alto en la ONU cada año al respecto (para que luego todos los países que canten vuelvan a sus negocios sin embargo o bloqueo).

Sí, existen muchas disposiciones que coartan, OK… Siempre que no se negocie el fin de esas disposiciones, van a existir. Punto. ¿Es la causa de todos nuestros males? ¿Sí? ¿Pues qué queda? ¿Morirse? ¿El holocausto de un pueblo porque no podemos ser iguales que el resto del planeta?

La interpretación de ser el único estandarte de dignidad en el mundo es ofensiva hacia los demás países. Y, por otro lado, ¿la casa está en orden? ¿Echarle la culpa a los demás —en el plano internacional— no suena más a una elongación del discurso interno de «la culpa es de otros»?

El futuro es el próximo segundo

Hablar en estos términos resulta en colgarme el cartel de mercenario pagado por el Imperio —yo estoy tratando de hacer sesiones de espiritismo a ver si el Imperio al que se refieren es al Imperio Romano, para que me acaben de llegar dos sacos de sestercios y medio centenar de gladiadores de propiedad— y no como intento de expresar lo que pienso.

No es posible; no hay oídos, solo desprecio, difamación, leyes, mecanismos retorcidos de castigo. Pues voy a ir más allá con lo que pienso: los muertos, enfermos y pobres de este país están pesando cada día más sobre este estado de cosas.

Los suicidios, la gente incapaz de lograr hacer un negocio próspero o ganarse el sustento para sí y para su familia, cada minuto que pasa, la crisis demográfica producto de la estampida —no hay mejor palabra para definirlo— que hunde más en la miseria el presente y el futuro de nuestra fuerza laboral y de los talentos necesarios… Todo eso gravita sobre este estado de cosas.

Perpetuarse en el poder, sean cuales sean los preceptos que crean justificarlo, pasa por la eficiencia de la administración de ese poder, por la sostenibilidad de su política y por —última pero no menos importante— el bienestar de los ciudadanos. El futuro no puede ser después que muramos. El futuro es el próximo segundo.

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