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Por Jorge L. León (Historiador e investigador)
Houston.- Europa abrió sus puertas con generosidad a millones de migrantes, confiando en la promesa de integración y respeto mutuo. Sin embargo, la convivencia se ha visto empañada por actitudes de intolerancia y violencia de ciertos sectores que, en vez de agradecer el asilo recibido, cuestionan y desafían los valores, símbolos y costumbres de sus países de acogida. España, Italia y Francia son hoy el escenario más claro de esta contradicción que pone a prueba la resistencia de sus sociedades democráticas.
La migración siempre ha sido una fuente de enriquecimiento cultural, económico y humano. Quien emigra conoce la dureza del desarraigo, pero también la dicha de encontrar asilo, paz y progreso en una nueva tierra. Esa gratitud, sin embargo, no siempre se traduce en respeto a las leyes y costumbres del país receptor.
En Europa, particularmente en España, Italia y Francia, la contradicción es evidente. Miles de musulmanes llegan en busca de oportunidades, pero algunos rechazan símbolos culturales y religiosos de sus nuevas naciones: un crucifijo en una escuela, una bandera nacional en una plaza pública o la Navidad celebrada como tradición. Según el Ministerio del Interior francés, solo en 2023 se registraron más de 800 incidentes vinculados a la intolerancia cultural y religiosa protagonizados por sectores radicalizados.
Lo paradójico es que mientras en sus países de origen se les niegan derechos básicos, en Europa demandan “respeto” imponiendo usos y costumbres ajenas a la sociedad anfitriona. El resultado: tensión, guetos y un choque de civilizaciones que autores como Samuel Huntington ya advirtieron en El choque de civilizaciones (1996).
España vive la presión en barrios de Madrid, Cataluña y Andalucía, donde autoridades han debido reforzar medidas de convivencia ante el crecimiento de colectivos que rehúsan integrarse. En Italia, la primera ministra Giorgia Meloni ha insistido en que “no hay integración sin respeto a la cultura italiana”.
En Francia, tras las revueltas del verano de 2023, el propio presidente Emmanuel Macron habló de la “infiltración de un islam político que busca reemplazar nuestras leyes por la sharía”.
Los países democráticos que hoy brindan asilo deben hacerlo con leyes claras:
El asilo es un derecho, pero también un privilegio.
La libertad de culto existe, pero sin imposición sobre la mayoría.
La puerta de entrada se abre en señal de humanidad, pero también existe la puerta de salida para quien desprecia las normas de convivencia.
Asi las cosas, el peligro ya no es una advertencia lejana: Europa lo vive en carne propia. Barrios enteros convertidos en guetos, choques constantes con la policía, intentos de imponer la sharía y una creciente ola de violencia hacen temblar los cimientos de las democracias europeas. Si no se actúa con firmeza, lo que hoy parece un problema aislado puede transformarse en la desaparición silenciosa de la identidad europea.