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Por Jorge Menéndez ()
Cabrils.- Díaz-Canel ha ordenado estrangular irremediablemente a los pequeños negocios privados, controlándoles el gasto eléctrico.
A primera vista, da risa la estupidez: si los apagones son de 20 horas, ¿qué vas a controlar?
Pero lo verdaderamente perverso de esta idea es su irresistible afán de controlarlo todo, sabiendo que ese es el camino al infierno… el mismo en el que ya está sumido el país.
El fin de semana, el primer secretario llamó a “limpiar La Habana” y se le vio barriendo hojas cerca del Palacio de la Revolución, en vez de ir hasta las montañas de mierda pestilente que abundan por toda la ciudad.
Se llenó la boca diciendo que había convocado a mucha más gente, pero que no habían ido, porque pensaban que sus problemas se los tenía que resolver otra gente.
¿En qué país del mundo la basura se recoge mediante trabajos voluntarios?
Pues en Cuba, donde el trabajo voluntario es la solución de Canel para la recogida de basura.
La disminución de los apagones no pasa por resolver el desastre de las termoeléctricas, sino por hacer un “mejor reparto” del tiempo sin luz.
La vicepresidenta primera también resolvió el problema de la televisión: dijo que cuando se vaya la corriente, se coja una tele y se lleve a la sede del Partido más cercana, que tiene generador.
Cero soluciones. El reparto de miseria es la única política del gobierno.
Pronto se harán caldosas populares con los huesos de la carne que se come en el Comité Central, a nivel de CDR, y obligarán al que tenga bicicleta a llevar a alguien que esté en una parada.
No está lejos el día en que pongan un chivato en la puerta de cada casa para ver qué se come, y evidentemente, habrá que enseñar la factura.
Así vamos… camino a lo más profundo del abismo.