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La Calle de las Sombras: el invierno que Autun no pudo olvidar

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En la Borgoña del Renacimiento, un rumor se convirtió en pesadilla. En 1510, en la localidad francesa de Autun, ocho niños murieron en menos de un mes, todos en la misma calle. No había heridas, solo cuerpos pálidos al amanecer y madres que juraban haber visto figuras encorvadas apoyadas en las camas.

El miedo se apoderó del pueblo. Los vecinos hablaban de pasos en los tejados y de un aire helado que entraba en las habitaciones antes de cada muerte. La municipalidad organizó patrullas nocturnas; incluso detuvieron a un mendigo, acusado de esparcir pólvora negra frente a las casas. Confesó bajo tortura, pero ni su ejecución ni la de un comerciante acusado de cómplice detuvieron las muertes.

Fue entonces cuando la superstición venció a la justicia: procesiones nocturnas, casas rociadas con cal viva y campanas que dejaron de sonar por un instante mientras, según un testigo, una sombra trepaba al campanario para desvanecerse en la oscuridad.

Con el invierno más duro, las muertes cesaron de repente. Los registros parroquiales anotaron gastos en cal y guardias, prueba de que algo perturbó profundamente a la ciudad. Hoy los historiadores sospechan de intoxicación por cornezuelo, un hongo capaz de causar convulsiones y paros respiratorios. Pero la memoria popular habló de otra cosa.

Durante siglos, la calle fue llamada Rue des Ombres, la Calle de las Sombras, donde cada casa debía mantener una vela encendida en invierno para impedir el regreso del mal.

El tiempo borró los nombres, pero no la sensación: la de un pueblo que buscó un culpable humano cuando quizá enfrentaba algo mucho más invisible. Y cada invierno, en el silencio de Autun, aún parece flotar el eco de esos niños que nunca despertaron. (Tomado de Datos Históricos en Facebook)

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