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Un Singa´o gobierna desde la penumbra de X

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Por Oscar Durán

La Habana.- El colapso energético que vive Cuba no es un accidente técnico ni un mal tiempo pasajero: es la evidencia más palpable de un país gobernado por la desidia. Apagones kilométricos, termoeléctricas rotas y un combustible que anda “de vacaciones” son hoy la rutina del cubano de a pie. Mientras tanto, en el Palacio de la Revolución, Miguel Díaz-Canel juega al ilusionista, vendiendo promesas de “estabilidad” que no llegan ni a los postes de alumbrado público.

El cinismo de Díaz-Canel no tiene límites. Habla en X como si estuviera al frente de un Estado próspero y moderno, cuando en realidad conduce a la isla hacia la edad de piedra. Se da el lujo de culpar al “bloqueo” y a Estados Unidos, cuando lo que realmente estrangula al país es la incapacidad monumental de un sistema económico muerto desde que Fidel puso su fe en Ubre Blanca. El pueblo no necesita discursos, necesita corriente para cocinar, medicamentos básicos y gasolina para mover un hospital, no para giras oficiales.

No hay que ir muy lejos para comprobarlo: los ministros hacen recorridos “inspectores” por termoeléctricas y parques solares que no resuelven nada. El problema no es de visitas ni de propaganda; es de caja. No hay dinero para comprar diésel, no hay confianza internacional para obtener créditos, y nadie quiere prestarle a un régimen que ya tiene tatuado en la frente el cartelito de mala paga. A falta de soluciones, Díaz-Canel se refugia en X, soltando frases de resistencia como si el hambre y la oscuridad pudieran apagarse con hashtags.

La doble vida de un títere

Lo más ofensivo es que mientras el cubano vive entre apagones de 20 horas, el presidente aparece sonriente en giras por Europa o fumando un tabaco en el Festival del Habano. Esa doble vida es la esencia del cinismo: exigir “resistencia creativa” a un pueblo que no tiene ni fósforos, mientras él se codea con inversionistas y reza en el Vaticano. El contraste no puede ser más cruel: Cuba a oscuras y su líder a todo lujo.

El colapso energético es solo la punta del iceberg. Debajo está el derrumbe moral de un gobierno incapaz de asumir responsabilidades. Por eso Díaz-Canel se aferra a X, intentando construir una realidad paralela que nadie compra. Su cinismo es la gasolina de una dictadura agotada. Lo que no entiende es que, al final, tanta burla contra el sufrimiento del pueblo será la chispa que termine por prenderle fuego al mismo sistema que él defiende.

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