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Por Jorge Menéndez ()

Cabrils.- La política es, sin duda, un arte. Muchos la califican de sucia, baja o corrupta. Otros afirman que en política todo vale. Yo creo que es todo eso… y mucho más.

Por encima de todo, la política es el arte de influir y manipular a las masas según la conveniencia del poder. Para ello existen innumerables métodos. Adolf Hitler, por ejemplo, fue uno de los más hábiles manipuladores de la historia: su ambición desmedida y su obsesión por la grandeza lo llevaron a intentar dominar el mundo.

Hoy en día, hay ejemplos concretos de manipulación política. Cuba es uno de ellos. Su pueblo fue sometido durante décadas por Fidel Castro, un orador brillante y estratega político que, con su verbo y su inteligencia, logró imponer una visión que terminó convirtiéndose en una distorsión de la realidad. Sus promesas se sustentaron en el parasitismo y la dependencia de otros países.

Sesenta y seis años después, Cuba sigue atrapada en una paradoja: mientras el mundo avanza hacia la era digital, las redes sociales y la inteligencia artificial, el pueblo cubano retrocede, camina hacia atrás.

Bañarse con un cubo de agua, cocinar con leña, arar con bueyes, dormir sin electricidad y temer enfermarse son parte del día a día. Mientras tanto, el gobierno abre tiendas en dólares y promociona torneos de golf en Varadero para mujeres. Dos realidades que conviven en un mismo país, algo que pocos pueden decir.

La confianza en que no durará para siempre

Según estadísticas recientes, la miseria alcanza al 89% de la población. Un legado del socialismo que, lejos de mejorar vidas, ha profundizado la precariedad. La diferencia hoy es que quienes antes sostenían al régimen han despertado y se han volcado al capitalismo.

La solidaridad internacional ha desaparecido, y los sucesores de Fidel carecen de visión, preparación y capacidad de liderazgo. Raúl Castro, al retirarse, dejó el poder en manos de los más dóciles y menos capacitados.

Cuba es hoy un país donde nada se hace con sentido común. Las decisiones se toman en función de los intereses de unos pocos, mientras el pueblo no se beneficia de absolutamente nada. El futuro es incierto, y el gobierno continúa desmantelando lo que alguna vez fue una nación próspera.

A pesar de todo, muchos siguen apoyando este sinsentido. Pero mi esperanza es que se comprenda que esta situación no puede perpetuarse. Hay ejemplos de cambio: Nepal, por ejemplo, donde el pueblo se cansó y actuó. Esperemos que Cuba también escriba su propia página en la historia, guiada por el sentido común y la voluntad de su gente.

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