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Por Manuel García Verdecia ()
Holguín.- En todas partes, pero sobre todo en un país como el nuestro que atraviesa una profunda y compleja crisis material y social. El periodismo debe ser un instrumento que propenda a estimular en las personas un afán por investigar la verdad de los hechos, por entender las causas de los fenómenos. Además, debe incentivar la participación activa y desembozadamente en la exposición de los problemas que nos aquejan así como en la búsqueda de alternativas de solución a los mismos.
Sin embargo, una y otra vez, hallamos una prensa triunfalista. Es evasiva de las vicisitudes existentes y totalmente acrítica ante las causas, sobre todo cuando estas implican a organismos o funcionarios estatales.
Ello, en primer lugar, genera incredulidad y falta de confianza en los lectores. Los lectores padecen cada día situaciones complejas que no se reflejan ni explican en la prensa. Así mismo, esa visión edulcorada de nuestra realidad no ayuda a formar una actitud cívica consciente ni participativa. Por tanto, no genera una actitud que propenda a resolver raigalmente nuestras dificultades.
Leyendo hace poco un diario del 25 de julio pasado me doy de bruces con dos titulares que son modélicos de este entusiasmo enervante. Dice uno. “Somos el país que convierte el bloqueo en inventiva y la escasez en creatividad”.
Señor mío, parece que esta situación de precariedad inducida no solo es beneficiosa sino disfrutable. Mientras el segundo señala: “El control popular es la esencia de nuestro sistema político de democracia participativa”.
¿De qué control popular hablamos? ¿En cuántas decisiones sobre nuestra existencia y nuestro porvenir los ciudadanos tenemos real determinación? Por favor, hagamos un periodismo más parecido a nuestra realidad real y con mayor compromiso de transformación realmente solvente y definitiva. Todo debe ser en el empeño de verdaderamente “cambiar todo lo que deba ser cambiado”.