
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Jorge Menéndez ()
Carils.- Durante más de sesenta años, se nos ha inculcado la idea de que Cuba desempeña un papel fundamental en el escenario mundial, alimentada por el ego internacionalista de Fidel Castro.
En aquel entonces “había socialismo”, y según esa doctrina, era necesario demostrar su supuesta superioridad frente al capitalismo.
Eran otros tiempos: los de la Guerra Fría, del “todo vale” y de los parásitos que recibían sin aportar.
Cuba fue sostenida en todos los ámbitos por conveniencia política, porque representaba un trampolín para exportar su modelo a América Latina. Fue, en efecto, una piedra en el zapato para Estados Unidos. Esa fue la realidad de otra época.
Con la caída del socialismo, también desapareció la manutención externa.
Hoy, Cuba no es prioridad para nadie. Su relevancia internacional es prácticamente nula, y el capital político y económico con sus antiguos aliados —que ahora abrazan el capitalismo— se ha evaporado.
Cuba es un país que no paga, y nadie está dispuesto a financiarlo. Es poco confiable desde el punto de vista económico, y políticamente se ha quedado sola.
China y Rusia, sus principales aliados, expresan voluntad de colaborar, pero todo queda en declaraciones. Cuba no cumple con los compromisos asumidos, y de ahí su creciente irrelevancia.
Estados Unidos observa con incomodidad la situación anacrónica del país, sin comprender cómo se le puede culpar de todos los males de una nación paralizada. Más allá de eso, la irrelevancia de Cuba es total.
Cuba es el país de las mil asociaciones, pero no puede aportar sustancialmente a ninguna. Por eso, el mundo “sigue de largo”.
Su única notoriedad en los círculos económicos se debe a una deuda calificada como basura y a proyectos que nunca se concretan.
No somos nada para nadie, y seremos cada vez menos si seguimos por este camino.
Los cubanos debemos entender que nuestro futuro depende de nosotros mismos. No podemos seguir esperando soluciones externas.
Quienes emigraron tomaron sus decisiones y hoy pertenecen a otros lugares. No les corresponde hacer lo que debemos hacer los que estamos aquí. Es una verdad dolorosa, pero ineludible.
La relevancia —o irrelevancia— de Cuba en el futuro está en manos de los propios cubanos. Mientras no interioricemos esta realidad, seguiremos como estamos.